domingo, 4 de agosto de 2013

LA CUARTA TRAVESÍA: SUEÑOS DE ALOE VERA

Estar de espaldas al atardecer, en medio de este mar formentero, es casi una provocación. Se cae el sol, mientras Raúl y Leo se leen los whatsapps de cumpleaños que le llegan al segundo. En brisa, el cielo se deshace tras el Nolan y me arden las pestañas quemadas al sol. Es imposible que me ponga moreno sin que pase antes por un estado granate, inevitable. Imposible, que lo dije. 

Hemos llegado a Es caló de s'oli, este recorte de tierra en Formentera, donde el azul verdoso mediterráneo mece en un continuo vaivén las olas de la tarde. Anoche acabamos cenar entre despistes y desmemorias. Fuimos capaces de marcarnos un pollo al horno para chuparse los dedos, con patatas a lo pobre. Y llevado por lo agotado de la tarde, repetimos el sábado del año pasado, pero sin soplar las velas. Y así, entre sandías rojas, rones azucarados, hielos y sentencias, caímos en Porroig, acompañados de Michel, Hugo y Manolo: tres marinos por compañía. Y un cuarto, que trajo el patrón francés, de cuyo nombre no puedo acordarme... Me vine a proa, como quien se viene arriba. Me tumbé sobre la humedad de la noche y me dormí mecido mirando las estrellas. Marco idílico, vaya que sí. Al rato llegó Leo, me dijo que las visitas ya no visitaban. Y se tumbó. Y Raúl entre los dos. Y Raquel y Pablo a despedirse y a darnos las buenas noches. Me dormí bajo la manta que trajo Leo. Y me desperté cuando Raúl ya no estaba. Leo se levantó y se fue. Y me quedé tumbado en la proa sin pensar si irme al sofá a dormir, si moverme entre la noche por los pasillos de la cubierta. Si hacer algo que no fuera cerrar los ojos y seguir durmiendo bajo las estrellas. Soñando, vaya. 

El sol amaneció y yo con él. Me sorprendí dormido como la noche anterior en mitad de ese oleaje lento y acompasado. Las medusas se habían ido. Eran las ocho y media de la mañana cuando Leo se acercó a proa. Nos pusimos en marcha. Salté por la baranda al mar, nadé hasta la escalera y subí a la plataforma. Preparamos el desayuno. Y hablamos de cómo va este país que no deja de dar vueltas, a espensas de que, como Mafalda, alguien pida que se pare, para apearse. Recogimos el desayuno, fregamos y partimos. Nos costó lo que dura la banda sonora del Mamma Mía llegar hasta Formentera. El viento negaba al sol de justicia, y lo aplacaba algo. Aún así, bajo sus rayos y mis cremas de cincuenta, notaba como la piel empezaba a arder. Llegamos a la costa, fondeamos y todo fue fuego.

Comimos fideuà. Primero morro, algo de jamón y unas sardinas exquisitas que se marcó Doña Lena. Rematamos con una recarga de chocolates varios, gominolas y huesitos. Moët Chandon y cumpleaños feliz, desafinado, como unos temas de Raphael. Y siesta. Me vine a proa, donde por la mañana encendí de nuevo el móvil para ver si andaban ya por estas aguas Amparo y Richard. Lo dicho, nada como tener el móvil apagado para alcanzar más de 200 whassaps. Entre ellos, alguno que me revolucionó el estómago, por una que lió alguien con alguien, sin que conscientemente tuviera nada que ver. Era mejor cuando el teléfono estaba apagado. Puse paz de por medio, para enterarme de qué había pasado. Y aunque solucionado, no me gustó que pasara. Considero que soy una persona muy discreta con la vida de los demás, y cuando alguien la airea, sin maldad ninguna, pero la airea, no quiero estar por medio. Si algo tengo que ofrecer, es mi confianza. Y eso no se puede perder. Desde luego... La siesta cayó a trozos, entre fragmentos de Paulino y canciones de Queen. Aquí, sobre la mar incesante, la música suena a cielo. Como todo. Me acabo de despertar. El frío empieza a correr por la cubierta, ya que el sol se esconde casi por completo. Cenaremos en el barco y nos iremos a celebrar el cumpleaños de Leonardo en The Beach, en Es pujols. Allí acuden Richard, Amparo, Mar y Santi, según hemos quedado. La obligación de encender el móvil compite con la tentación de apagarlo. Cris me mandó un mensaje y me dijo que le sorprendía el blog porque hacía mucho que no entraba... No sé a qué se refería, pero ya lo comentaremos a la vuelta. Si algo sé, es que tocará volver... Pero por ahora, no. Me quedo como mi teléfono, desconectado y cargando baterías... Feliz noche. Raúl acaba de hacer que este atardecer tenga la mejor banda sonora... It's little big funny, dice Your song.

Nota del día. Apuntes para una (R)evolución personal.
Algunas formas de ver la vida hicieron de mí lo que soy. Y sobre todo, como soy. A muchas personas les convencí precisamente por eso para que me acompañaran en la vida. Hay que seguir por el camino elegido, siempre que sea el correcto y no dejar nunca de caminar... Nunca.

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