Estar de espaldas al atardecer, en
medio de este mar formentero, es casi una provocación. Se cae el
sol, mientras Raúl y Leo se leen los whatsapps de cumpleaños que le
llegan al segundo. En brisa, el cielo se deshace tras el Nolan y me
arden las pestañas quemadas al sol. Es imposible que me ponga moreno
sin que pase antes por un estado granate, inevitable. Imposible, que
lo dije.
Hemos llegado a Es caló de s'oli, este recorte de tierra en
Formentera, donde el azul verdoso mediterráneo mece en un continuo
vaivén las olas de la tarde. Anoche acabamos cenar entre despistes y
desmemorias. Fuimos capaces de marcarnos un pollo al horno para
chuparse los dedos, con patatas a lo pobre. Y llevado por lo agotado
de la tarde, repetimos el sábado del año pasado, pero sin soplar
las velas. Y así, entre sandías rojas, rones azucarados, hielos y
sentencias, caímos en Porroig, acompañados de Michel, Hugo y
Manolo: tres marinos por compañía. Y un cuarto, que trajo el patrón
francés, de cuyo nombre no puedo acordarme... Me vine a proa, como
quien se viene arriba. Me tumbé sobre la humedad de la noche y me
dormí mecido mirando las estrellas. Marco idílico, vaya que sí. Al
rato llegó Leo, me dijo que las visitas ya no visitaban. Y se tumbó.
Y Raúl entre los dos. Y Raquel y Pablo a despedirse y a darnos las
buenas noches. Me dormí bajo la manta que trajo Leo. Y me desperté
cuando Raúl ya no estaba. Leo se levantó y se fue. Y me quedé
tumbado en la proa sin pensar si irme al sofá a dormir, si moverme
entre la noche por los pasillos de la cubierta. Si hacer algo que no
fuera cerrar los ojos y seguir durmiendo bajo las estrellas. Soñando,
vaya.
El sol amaneció y yo con él. Me sorprendí dormido como la
noche anterior en mitad de ese oleaje lento y acompasado. Las medusas
se habían ido. Eran las ocho y media de la mañana cuando Leo se
acercó a proa. Nos pusimos en marcha. Salté por la baranda al mar,
nadé hasta la escalera y subí a la plataforma. Preparamos el
desayuno. Y hablamos de cómo va este país que no deja de dar
vueltas, a espensas de que, como Mafalda, alguien pida que se pare,
para apearse. Recogimos el desayuno, fregamos y partimos. Nos costó
lo que dura la banda sonora del Mamma Mía llegar hasta Formentera.
El viento negaba al sol de justicia, y lo aplacaba algo. Aún así,
bajo sus rayos y mis cremas de cincuenta, notaba como la piel
empezaba a arder. Llegamos a la costa, fondeamos y todo fue fuego.
Comimos fideuà. Primero morro, algo de
jamón y unas sardinas exquisitas que se marcó Doña Lena. Rematamos
con una recarga de chocolates varios, gominolas y huesitos. Moët
Chandon y cumpleaños feliz, desafinado, como unos temas de Raphael.
Y siesta. Me vine a proa, donde por la mañana encendí de nuevo el
móvil para ver si andaban ya por estas aguas Amparo y Richard. Lo
dicho, nada como tener el móvil apagado para alcanzar más de 200
whassaps. Entre ellos, alguno que me revolucionó el estómago, por
una que lió alguien con alguien, sin que conscientemente tuviera
nada que ver. Era mejor cuando el teléfono estaba apagado. Puse paz
de por medio, para enterarme de qué había pasado. Y aunque
solucionado, no me gustó que pasara. Considero que soy una persona
muy discreta con la vida de los demás, y cuando alguien la airea,
sin maldad ninguna, pero la airea, no quiero estar por medio. Si algo
tengo que ofrecer, es mi confianza. Y eso no se puede perder. Desde
luego... La siesta cayó a trozos, entre fragmentos de Paulino y
canciones de Queen. Aquí, sobre la mar incesante, la música suena a
cielo. Como todo. Me acabo de despertar. El frío empieza a correr
por la cubierta, ya que el sol se esconde casi por completo.
Cenaremos en el barco y nos iremos a celebrar el cumpleaños de
Leonardo en The Beach, en Es pujols. Allí acuden Richard, Amparo,
Mar y Santi, según hemos quedado. La obligación de encender el
móvil compite con la tentación de apagarlo. Cris me mandó un
mensaje y me dijo que le sorprendía el blog porque hacía mucho que
no entraba... No sé a qué se refería, pero ya lo comentaremos a la
vuelta. Si algo sé, es que tocará volver... Pero por ahora, no. Me
quedo como mi teléfono, desconectado y cargando baterías... Feliz
noche. Raúl acaba de hacer que este atardecer tenga la mejor banda
sonora... It's little big funny, dice Your song.
Nota del día. Apuntes para una
(R)evolución personal.
Algunas formas de ver la vida hicieron
de mí lo que soy. Y sobre todo, como soy. A muchas personas les
convencí precisamente por eso para que me acompañaran en la vida.
Hay que seguir por el camino elegido, siempre que sea el correcto y
no dejar nunca de caminar... Nunca.
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