Mirar hacia adelante,
mirando atrás es una manera de frenarse. De por vida. Hoy, sábado,
creo, sin horas ni móvil, por decisión propia, me encuentro anclado
a mis días y a mis horas. Soy feliz. Luciendo el rostro entre
mañanas, espero a que baje el sol para deshacer la vida. Así es. Hoy, lo dejo escrito: no encendí el móvil en todo el día por decisión propia. Me
desperté de madrugada, entre fríos, y cuando se deshizo el sueño,
el calor me trajo al día. Y qué día. Deshicimos las legañas entre
zodiacs a San Antonio y ponientes que el cielo no deshacía. Llegamos
al pantalán de tierra y me fuí al Lidl, mientras Ali y Raquel
recorrían las sendas del hielo. Paseé entre deseos y anhelos hasta
el supermercado y regresé pensando en lo mismo. Encontré a Ali a
las puertas del club donde pensamos que tenía que regresar. Y
regresamos. Nolan se alimentaba en C16. Salimos a Sant Antoni,
repasamos las ferreterías y una cocacola con graixonera en un bar
antes de regresar al calor. Cuando llegamos al club, el Nolan partía
ya casi. Preparamos las defensas y salimos al agua. Camino de Porroig
preparamos algunas fotos desde el flyer del Nolan, con aliento de
tinto de verano. Es Vedrà emergió como principio y final del todo.
Hasta que llegamos a esta costa del paraíso con menos medusas que el
día anterior. Total. Hicimos y deshicimos, pensando en todas las
pequeñas cosas y nos montamos camino de la orilla, donde una medusa
sorprendió a Lena. El calor nos mató a los demás, fiereza contra
tierra, mar que bullía, en nuestro día de vacaciones. No lo
descubrí, pero decidí sin querer que hoy pasara mi día sin
teléfono móvil: descanso de hierros. Es así. El calor lo remataba
todo, contra tierra. Contra el mar. Y regresamos a bordo de nuestra
zodíac y llegamos al barco, donde Pablo organizaba un paellazo. Yo,
en proa, hacía camino con Paulino, agarrado a mis agallas. Pablo,
que tiene sus pensamientos en su cabeza, cerraba
Una paella de órdago.
Comimos dentro del Nolan, compartiendo tantas risas como nos dejó el
poniente. Y así, la tarde llegó, entre Raphaeles y Fangorias,
haciendo que todo se cubriera de magia. Vinieron Hugo y Manolo. Al
rato Michel. La tarde se conquistó entre salitres y sombras de
medusa. Yo salté desde proa y el agua me invadió sin miedo alguno.
Volví al hielo y al atardecer, hasta que Porroig se hizo de noche.
Quise que la vida se detuviera, en un segundo, pero es inevitable
soñar y seguir viviendo sin que sea verdad un anhelo. Pasamos la
tarde entre cocktails de sandía y nubes que se venían a menos. Y
dejamos que el calor se deshiciera: así como nubes en el cielo, como
espuma en el mar.... Cuando escribo esto, casi nos llegan las once de
la noche. En ello vamos. Las patatas se fríen, mientras el pollo se
asa en el horno de popa. El resto de la vida pasa bajo un “Woman
don't cry” de Bob Marley. Y el día se escapa entre un
“Bienvenidos” de Miguel Ríos y un “Vivir así es morir de
amor” que recuerdo en ese flyer donde me confesé a Raúl: quizá
en esta vida me equivoqué por seguir batallando por los demás.
Pablo se lanzó de cabeza al agua oscura y nosotros seguimos echando
la noche. De este tres de enero, donde solo se cuelan los deseos que
aún me quedan...
Nota del día. Apuntes para una
(R)evolución personal.
Decidir por uno, no es egoísmo, es
proyecto. Mi proyecto pasa por decidir cosas que no querría y por
dejar que el destino me traiga otro mañana. No diferente, solo eso:
otro mañana. Para consturir los caminos del mañana, los que se
escriben sobre renglones desmemoriados, coge la tinta que se escribe
para no desaparecer y piensa solo una cosa: mañana es mañana, y lo
construyes tú. Ya no es egoísta pensar en mí. Lo hago, porque tú,
hace tiempo que dejaste de hacerlo.
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