lunes, 11 de junio de 2012

UN PONIENTE LEVE


De este abandono preestival sólo os tengo por excusa la calor, aunque lo cierto es que sólo me derretí ayer con los treinta y siete grados que cogió mi casa... Os escribo con Amaral de fondo y la cabeza enmarañada en saber qué nos deparará el futuro, cada vez más cerrado y más incierto. España pasa por sus horas bajas con "rescates" o "créditos" y seguimos todos a lo nuestro que es la batalla y el guirigay. El fin de semana fue de órdago, en calor y en tracatrás. El viernes empezamos por todo lo alto con un desfile de moda, el del amigo Sostoa, que reunió en Valencia a la "crême de la crême". Llegamos Angelita y servidor en el Rolls que habían tenido Carol y David en su boda, al más puro estilo Hollywood hasta la puerta de "Carmen", antigua "Venial", reconvertida hoy en centro de la música carmenera. El desfile empezó según lo previsto y fue un despliegue colorista e increíble de saber hacer. Ernesto culminó cum laude una colección de moda, de aquí te espero. Y allí nos quedamos. Amparo Felip, Jessy, Julio, Vane, Laury, Angelita... Vino al rato Laura y Sergi, con Sandra. Y otros amigos de Sostoa que se fueron dando cita. Mabel desapareció rápido, como mi Calabuig, que se hizo humo sin darnos cuenta. 

Hablé con Laura de lo humano, lo divino ya se perdió, en una penúltima conversación sobre la nada, de cosas que huelen ya a finiquitado y que cerraremos en breve definitivamente por el bien de cualquiera. Al final cogí un taxi en la calle Quart y llegué hasta Umbracle donde me esperaban Luis y Gueguel, Raúl y Leo, Laurita, Paco y señora... Se fueron yendo todos, cada uno a su marcha, y Laura y yo nos quedamos a hablar de lo que nos rodeaba y a reírnos de todo, porque hay que darse alegrías de vez en cuando que es lo que nos pide el cuerpo. Se hacía de día cuando nuestro sueño se hacía de noche y rematamos con un desayuno a base de bravas en el Trina, como hace tanto... Se hizo de día y me fui a casa con la sensación de haberme reído tanto que, pese al calor de las primeras horas de la mañana, caí rendido en la cama. Me despertó al teléfono mi madre que no quiso despertarme, nadie pensaba, ni yo, que a esas horas me andaría en la cama. Me duché, me vestí y acudí al vino de honor de los castellanomanchegos... No comí ya. Dediqué la tarde a un concierto y acudí a Cyrano al cumple de Angelita que celebró rodeada de personas, de muchas desde luego, no era para menos y con una sonrisa que le partía la cabeza en dos partes.

Echamos horas para celebrar la eterna juventud de mi amiga del alma y nos sorprendimos Toñi y yo con la felicidad extrema de saberse que... ¡Nos vamos a Roma! Puntazo de última hora. Le costó darse cuenta del regalo, pero mereció la pena, porque le gustó. Lo sabemos. Salimos a la calle, compartió su alegría y nosotros el hielo que apuraba contra el principio de un poniente leve.

La noche fue una carrera de obstáculos por no encontrarse mi verdad contra las evidencias. Así que, cuando el Sector C dijo de ir a Umbracle, saltamos en mitad de la noche y se fueron ellas por su lado y nosotros, Javi, Raúl, Leo y yo por la nuestra. Entramos de nuevo en la discoteca y alargamos la noche. Nos quedamos al final el sector C y nos fuimos a la vip de la discoteca. Reapareció Leo de la nada en que se había escondido y allí apuramos la noche hasta que se volvió a hacer de día...

Parecía como sacado del día de la marmota... El domingo me levanté con resaca de pena, que es más dolorosa que la de alcohol. Todo lo que fui hablando o silenciando se amontonó a la llegada del domingo y, antes de comer, gazpacho y ensalada, desayuné tristeza e incomprensión. Se acabó, pensé. Aunque alargué el pensamiento durante toda la jornada regresé al planteamiento que tengo ahora: hay que cerrar algunos capítulos de manera definitiva si no queremos que el desgaste nos arrastre por los atajos del dolor. El poniente se encargó de todo lo demás. En casa la temperatura, ya lo dije: 37. Por la tarde procesión del Corpus con Toni y Pepa y al acabar cena en casa de Sabater, por el cumpleaños de mamá Teresa. Llegó dolçaina i tabal llegada la medianoche, pasadas las risas de la cena y de las "rubias" que mi Mari Tere ve donde no tocan... Parecía una escena de Almodóvar, pero más cañí todavía. El calor empezaba a ser la incógnita que se despejaba... Hoy, ya era pasado...


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