viernes, 15 de junio de 2012

INSOMNIO Y MOSQUITO


6.46 A.m. Hace ya casi una hora que estoy levantado y algo más de cinco que ando despertándome entre las sacudidas de los mosquitos y el insomnio. La noche ha sido fatal. Los nervios se cogen últimamente al estómago, tal y como le comentaba anoche en Cyrano a Ángeles, y después de vomitar el alma en una conversación de noche, sentados mano a mano, en las mesas redondas de mi ciudad, parece ser que la resaca de rabias y dolores me ha golpeado fuertemente esta madrugada.

Ayer me decía ella la manera férrea que habíamos defendido nuestra propia seguridad, la que últimamente unos y otros intentan derrocar con frenesí. Y es cierto: los embates continuos de unas cosas y de otras, acaban por sacudirte siempre con una intensidad cuya trágica consecuencia primera es la de este insomnio que me ha hecho encender el día, escuchando cómo se genera el tráfico en la avenida del Cid y de qué forma trinan los pájaros apoyados en el quicio de la baranda que delimita mi casa y la vida...

Ando tocado por estado de ánimo, por no saber a ciencia cierta hacia adónde mandar mis pasos y los de los demás. Si ha llegado o no el momento de mandar a vientos los que están minando mi día a día y emprender otros caminos. Pero hay algo que me ata a la normalidad de mis días, y en este camino de sonrisas buscadas y sacudidas emocionales, se hace cuesta arriba romper y empezar de cero, entre otras cosas, porque ya lo comprobé antaño, cuando dejas algo por decir, algo sin solucionar, algo sin acabar, te suele perseguir por tiempo... Ahora recuerdo alguna escena pasada, en lo emocional corrompido y casi roto, casi por completo, de personas que hoy son ya sólo fantasmas del pasado. Sin embargo, cuando pienso en ellas, y tengo que pensar porque ya no me vienen a la memoria ni con rencor ni con penas, me invade una sensación de abandono total. Aquellos personajes que murieron y pasaron a ser historia, ya no rascan. Afortunadamente.

Me despierto a lo largo de la mañana e intento intuir donde se posa el mosquito para acabar con él. Tal vez, ahora que rondo las siete de la mañana, debería de ponerme a limpiar, salir a correr o decidir si vuelvo a la cama. Hay una parte poética en esta última propuesta: podría volver a despertarme, podría volver a empezar el día y hacerlo ya con la sonrisa, sin el dolor de estómago y de pecho, de rabia contenida y silencios alargados que van jugando ya en contra de mi salud personal...

No sé, de verdad lo digo, cómo actuar de ahora en adelante. El cuerpo me pide unas cosas, la cabeza me dice otras cuando se digna a hablar y yo intento convencerme a mí mismo de por dónde mandar el camino. Nunca tuve problemas de decisión ni de seguridad, creo que sigo sin tenerlos, pero le dedico demasiado tiempo a la duda y al equilibrio.

Creo que me voy a dormir de nuevo, con un incienso en la orilla y una imagen en la memoria, ese amanecer en la mar. Aquél recuerdo de la mañana quieta, de la mar quieta, en la isla blanca, en que tal hora como esta me despertaba y salía a comprobar que la vida aún no había empezado.

Gracias insomnio y mosquito por acompañarme esta noche. Me habéis hecho escribir esto y eso se agradece. Me voy a dormir, cuando despierte ahora luego, será otro día...

Pd: Lectores ávidos de hojas perdidas, estamos a punto de llegar a los 50.000. Los que no me hayáis envíado vuestra hoja perdida al correo y queráis colaborar con un mensaje en la celebración, aún estáis a tiempo... Pero cuidado, que las horas ya juegan en nuestra contra. Buenas noches (a las siete de la mañana en punto.).

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