jueves, 14 de junio de 2012

EN LA VEREDA DE LA SONRISA

"Aunque haya días que se haga complicado, aunque a veces nos falte el aire para respirar, aún cuando estás cansado de muchas cosas y empiezan a importarte muy pocas, cuando la necedad de otros importa más que tu propia buena voluntad... Siempre, absolutamente siempre, el espectáculo debe continuar..."





Acabo de apuntar en mi twitter y en mi facebook este párrafo. No es catastrófico, al revés, en estos tiempos de incertidumbre absoluta toca empezar a apostar ya por la felicidad obligada. Me voy a obligar a mí mismo. Me voy a cansar de cansarme por los cruces de acusaciones, los disparos a flotación, los pánicos que estriñen y el dolor de estómago al que me está acostumbrando mi nueva edad. Hay que apostar por la sonrisa, hay que hacerlo. Y así, entender, que el buen rollo puede extenderse como un contagio en positivo.

Vivo enganchado a cien mil proyectos y cien mil pausas. Al silencio y el dolor emocional de no saber cuándo se da el paso hacia adelante y cuando se retrocede. La prima de riesgo se dispara en la televisión y el calor acaricia de soslayo mi espalda... Empiezo a cansarme de muchas cosas y eso se resuelve con dolor y estómago, o con una sonrisa y mirar al cielo. Hubo una época, lo recordaréis que no dejaba de mirar al cielo. Pues hace mucho que no lo hago. Y ya toca. He jugado mis cartas toda la vida a una prudencia contenida que me han mantenido a flote pero sin poder volar. Y me encanta volar. No sé hasta que punto debería de vomitar las mil rabias que me aprietan y empezar a caminar... ¿Podría ir esto a peor? Podría. Para todos. Por eso, el camino que emprendamos cada uno de nosotros, debemos de hacerlo con la intención de ir a mejor, de caminar con la sonrisa puesta...

Ayer me dediqué con una destreza inusual al bricolaje en casa. Por la tarde a preparar un programa de tele que salió fetén pese a que se confeccionó en el hilo de los vilos. Esta mañana cruce de correos en el buzón, alguna llamada telefónica recordando la cena enigmática de anoche en el piso más alto de la ciudad, casi tocando el cielo y una madrugada que me llevó hasta casi las cinco de la mañana alrededor de cien conversaciones. Ahora pienso en organizar mi ducha y el metro. Pasaré por Ruralcaja y como en casa de los papás con María Jesús. Es el cumpleaños de mi madre.

Felicidades mamá. Después de todo aquello que pasó, cada año de mamá, es una año más de felicidad conjunta. Le llevaré mi regalo en la cara, una sonrisa. Y pienso llevaros ese regalo a todos los que todavía estáis de mi mano. No creo en las conspiraciones, me niego. Pero he perdido demasiado tiempo con gente que no quiere mi sonrisa y especialmente con algunas perlas a las que mi sonrisa no sólo no les preocupa sino que además les duele... Pues más sonrisas. Me cuesta mucho escribir, leer, caminar, reír, compartir, contar, pasear, decir, hacer... Demasiado como para que sigan carcomiendome el alma, la cabeza y el estómago pequeñas tonterías que aunque lleguen a ser problemas nunca serán más importantes que sonreír.

Por eso mi consejo: sonríe. Sé feliz. Te lo mereces. Y yo también. Por eso, hoy, empiezo a caminar por la vereda de la sonrisa. Pero tengo que convencerme de que debo hacerlo de verdad...

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