Martes. Saltan los famosos en la piscina por la tele, que andan de final. Me pego las cintas verdes que se despegan del cuello y echo el día atrás. Me desperté un minuto antes que el despertador, que es una manera mágica de comenzar el día. Estos días que huelen a monarquía rebautizada. Me despertaron los ángeles. Me fui a tomar un cortado con Blanca, le resumí la Ejecutiva de la noche anterior. Me subí al despacho, Paqui me esperaba para entregarme un documento. Y eché la mañana escribiendo una nota de prensa e intentando equilibrar los días que me faltan por delante.
Antes de la tarde me vine hacia casa. Me empeñé en comer una ensalada que combata contra mi báscula, que baja vertiginosa desde el fin de semana y pasó por Consum. Remató los brotes verdes con anchoas de Santoña y bonito del Norte. Ambas las trajeron mis padres hace tiempo.
Espectacular. Cojo el 3 y me voy a buscar mi trébol blanco. Hora de sonidos de mar y músculos que arden, aunque tantísimo menos que hace tiempos. Salgo y camino hasta la falla. Andan poniendo baldosas. Salgo, cojo el 2 y me voy a la Sede del Partido. Reunión con Rus. Y tomo un helado al salir y lucho entre volver andando o en bus. Son horas de cenar. Me vuelvo en el bus.
Subo y ceno dos hamburguesas con keptchup y mostaza. Unos cuadraditos de chocolate y a acabar el día.
Entre las imágenes bellas, me veo antes de cenar regando las plantas. Y me encanta ver cómo cae la tarde mientras el agua alivia las plantas de esta casa al cielo.
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