Los días nublados dicen que son días tristes, y a mí sin embargo me regalan una morriña que me deja encantado. Encendido. Como colgado por dos cuerdas de una hamaca gigante que se balancea sobre la nada sin provocarme ni un vértigo. Empezó abril, martilleándonos con su primavera alocada, donde los termómetros nos traen temperaturas que el invierno se olvidó. Tan pronto nos asamos de calor, ayer, como dejamos una chaqueta puesta en el despacho para despachar la humedad del día. Hoy. Dicen que hablamos del tiempo cuando no tenemos de qué hablar: lo pienso ahora que escribo y me doy cuenta de cuantas veces dejo aquí constancia, en esta bitácora comprometida, de los días que me van y me vienen. Me vienen cargados de cosas. A tope de todo. Y paseados por una niebla que invita a no abrir los ojos y acurrucarse como un ovillo. Hoy soñé que ponía una bomba. Necesito algún psicoanalista que venga a decirme qué conciencia me queda si al explotar aquél edificio en mitad del desierto, no siento nada. No lo negaré, estaba un poco acomplejado porque dejé la bomba y me lleve un spray que no sabía de qué servía. Pero la bomba explotó: me enteré por las noticias y volví al lugar de la explosión. Con una vida tan ajetreada, entenderá cualquiera que me levante con el cuerpo guerrero.
Anoche tuvimos charla con Juan Carlos Caballero en la sede del partido. Cenamos luego un bocata y cerramos el lunes en el que me puse en modo presupuestos. Hoy es martes, claro. Y voy tecleando sobre el ordenador cosas, mientras pienso si bajar a por un café, qué arreglar de la casa (la cocina la dejé niquelada) y cómo irá pasando el resto de la semana. Tenemos esta tarde a Alberto Mendoza en la sede del partido. Y mañana, será miércoles.
El viernes tuvimos la votación de presidente en la falla. Por quinto año, me tiro al ruedo. Y dicen, hablando de ruedos y de toros, que no hay quinto malo. Así sea. Nos quedamos hasta tarde en el casal, echando risas. Y luego un Da Vinci, Borjita, Lorena y servidor hasta la madrugada. Cojo un taxi y regreso a casa. El viernes pasé por la convención intermunicipal del partido, una reunión de portavoces, comida en casa y tarde en la Feria de vinos con Boro y Elena. El sábado, regresé al Palau y volví con Tatín en moto a Mislata. Quedé a cenar con Noe, Richard y Amparo. Pasé por Cyrano, donde me esperaban Gueguel, Luis, Raquel y Pablo a contarme cosas que ya me esperaba. Y en taxi, me regresé a casa. El domingo intenté dormir, pero no supe. Como me suele pasar. Me puse a dieta en domingo, que es como ir al cine en martes. Y eché la tarde de aquí para allí, dejándome una siesta sin despertador y siguiendo la tarde de limpieza de cocina. Lo dicho, que no paro nada.
Y ahora, pues a seguir la marcha. A elegir una bonita foto para el face, que dé color a los días grises... Y a seguir rodando, sin saber hacia adónde. En cualquier caso, por aquí os lo iré contando... Sin bombas, claro está.
martes, 8 de abril de 2014
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