martes, 26 de febrero de 2013

EL ABRELATAS


Qué puntazo cuando de repente aparece en tu vida un himno. Hoy ha salido a la venta el disco nuevo de Fangoria, anoche descubrí el jingle en El Hormiguero, y me he quedado ya enganchado a la canción: "No quiero más dramas en mi vida, sólo comedias entretenidas...". Uf! Qué bien viene... Voy a volverla a poner.

Me he despertado por culpa de la alarma porque anoche me dieron las tres casi acabando el llibret de la falla, vía whatsapp con Sergi, y alguna hora más de la madrugada dándole vueltas a la cabeza. El estrés se dispara siempre por las noches porque el cerebro se niega a desconectar y el mío, que anda siempre revolucionado, parece moverse tan cómodo de madrugada.

Me he ido andando a la radio para bajar nostalgias después de llevarme la grata sorpresa de haber perdido peso en la báscula, lo cual, curiosamente, es ganar. He llegado a la radio, he hablado algo con Paco, arreglando España que dice David, y me he clavado en la mesa del ordenador. Miré por la ventana y vi pasar a dos personas, sin saber hacia adónde iban. Paso la mañana frente al teclado, destrozando mis mejores marcas de mecanografía, sin dopping alguno. Me divirtió Lorena el otro comentándome que le habían preguntado si me drogaba para aguantar tanto como aguanto: yo creo que el secreto es tener un espíritu inquieto, una cabeza emprendedora y unas ganas que, a veces, me arrollan hasta a mí. Pero lo confieso: no me drogo. Mis vicios, como mis virtudes, son del alma o del ser. No me pierdo entre envidias ni celos, pero reconozco que mis puntos negativos son más maneras de ser que no nada material...

Leo me ha traído a casa después de un programa entretenido con la gente del Bioparc y Pedro Santaeulalia. Le he pedido, que me dejara frente a la casa de verduras de la señora simpática que descubrí después del verano, para comprar patatas. Y al final, como siempre, parece que me sepa mal molestar, he comprado cebollas, patatas, pimientos, ajos tiernos, fresones, papas y hasta unas vitaminas para el tiempo que se nos viene por delante. Me apetece que a la señora le vaya bien la tienda, me cae bien. Y soy una maruja de comprar en mi barrio. Lo reconozco, me encanta la botigueta de la calle...

Subo a casa y con el caldo que deshelé hago un arroz caldoso. Cada vez me parezco más a mi hermana que es la Chicote de los arroces caldosos. Unos fresones para rematar y un bombón apurando el bote, que no consigo abrir del todo porque sigo con una cuenta pendiente: un abrelatas.

¿Cuándo me acordaré de comprar el abrelatas? Aún quedan cosas pendientes en mi vida... Desde luego que sí.

Me encuentro algo más animado que el fin de semana en la falla, lo reconozco, pero no lanzo las campanas al vuelo. Me quedan muchas horas, muchos nervios y alguna pena cogida a mí. Tampoco quiero renunciar a ella: me completa. Sabéis que soy un tío animado y alegre, la pena me da el contrapunto que me equilibra... Y miro alrededor, y sigo sintiendo que soy feliz. Ahora, moderadamente, lo reconozco. Pero cuando no me empujo por los elementos externos, no me puedo quejar...

He pasado la tarde arreglando cosas, en el ordenador, adelantando faenas y me he dejado un capítulo de Grand Hotel a mitad por hacerme una siesta borreguil en mitad de la tarde. El móvil no ha dejado de sonar, así, que dormir, he dormido un rato. Pero me ha reconfortado bastante... ¿Y apagarlo? No va conmigo...

Ahora, acabo de escribir esto. Pienso ya en prepararme una ensalada, vestirme, coger el autobús e ir a la falla. Vamos con la última directiva del año... Y luego, volveré, a la noche y calculo que a darle vueltas a la cabeza. Hay cosas que me ocupan y hay otras que me preocupan, como por ejemplo: ¿Cuándo me acordaré de comprar el abrelatas? Debería de empezar ya a dar soluciones...


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