miércoles, 24 de octubre de 2012

MOSQUITOS Y ELEFANTES


Un mosquito de dimensiones dinosaurias viene pasada la una de la madrugada, me apunta sin amenazar y clava el aguijón para devolverme a los tiempos de verano. Escribo con los cascos puestos y con un cedé que me encuentro en el cajón de los discos que hacía tiempo no escuchaba. Elefantes. De nuevo adolescente que me puse, me devuelvo a mis veranos de antes de ayer. El tiempo de otoño, no llega más que en el frío de las mañanas y de los olvidos, los que acaban por arrinconarnos. Me pongo los cascos y recupero tantas canciones, tantos versos, que acabo a ratos por no sentir el picor en el pie izquierdo. Calculo hasta tres picotadas, tres escozores.Y una banda sonora que vuelve de ayer. Ahora presiento el picotazo en la mano: tengo la sensación de que me desangraré antes de acabar de escribir. Pero la música me lleva de nuevo de un lado a otro, acabando este martes mucho más tarde de lo que querría o empezando antes de hora el miércoles...

El martes por la mañana me despertaste pensando que mi móvil estaría en silencio. Te escribo a ti, hoy que sé que lo vas a leer. Que sepas que me desperté con una sonrisa puesta por la gracia de un mensaje que llegaba sin intención de molestar. De verdad que con las legañas matándome la mirada, me reí. También es verdad que luego esperé a que las nueve empujaran de nuevo al despertador por el precipicio de mis sueños.

Sigue la canción sonando entre los cascos y el maldito mosquito saqueando la sangre roja que se mueve más despacio a estas horas del sueño. "Mi silencio azul,  tu inocencia azul,  nuestro abrazo azul y tú miraste hacia otro lugar...".

Me pedí una hora de sueño más y el frío me cobijó hasta las diez y media. Me escribieron otros que no esperaba en mitad de la mañana. Tenía por delante el teclado y la pantalla en blanco porque no sé si tenía mucho qué decir, pero me quedaba mucho por escribir: las últimas hojas de una obra que ya acabé. Así que me levanté pensando que se me caía el día encima y me preparé un colacao caliente mientras la televisión contaba todo lo que el día anterior se dejó caer para la historia. Encendí el ordenador con la noche pegada a la nuca y sintiendo respirar el sueño que me azota cada mañana. Las mañanas últimamente, desde que me atracan el insomnio o paseo por las noches, me llegan con menos ganas. Y sin embargo, la pasé frente al ordenador y el teléfono.
La tarde se vino encima con unas cuantas líneas escritas, algún facebook robado, alguna risa entre mensajes y una hamburguesa cocinada a fuego lento. Las noticias repitieron el repique con que se dobla la realidad gris que se contagia por las calles en crisis. Y yo, como un loco entre callejones, me pierdo de esa tristeza azul y me cuadro a ver qué futuro vendrá sobre mí, con una felicidad tonta que recaudo con pequeños detalles. Alguien que se acuerda de mí en un momento dado, alguien a quien recuerdo por una palabra que me trajo el viento... Cosas sencillas. Pequeñas. Que se hacen grandes cuando son de uno...

Por la tarde supe que tenía que acabar: poner fin. Un café bombón y una barrita de incienso quemando el frío húmedo que se intuía en la tarde contagiaron enseguida el ánimo a las paredes de la buhardilla donde me escondo. Y Luz Casal. Rebuscando en el cajón de las canciones dormidas me encontré con su felicidad. Una llamada a última hora que me hizo salir volando de casa en dirección a Alcàsser. Y entonces todo se hizo trabajo y nada más pasó. No quedó nada de un martes crecido entre letras y letras que me hicieron soñar con que escribía a una velocidad grande. Un mensaje me dijo que el texto era bueno y que daba risa. Y lo imaginé sobre el teatro, hecho para otros que no fueron ya aquellos que nosotros mismos llegamos a ser... Regresé a casa. Noche sin frío ni gente por las calles, si acaso un par de cigarros que se cuelan en mitad de la casi madrugada. Y un par de tuits para cerrar el día. Hay días que empiezan antes de lo que esperas y terminan más tarde de lo que querrías, pero todo lo que pasa por medio te hace vibrar.

Y ahora que te cuento todo esto, hoy, vuelvo a ti, con el temor absoluto a partir de hoy de que me dijeras hace un rato que me lees... Es más fácil cuando las hojas se pierden por los ríos con que se deshace el hielo de nuestro tiempo. Hoy, que habría querido ir a dormir hace tanto rato, me tienes preocupado delante del ordenador pensando qué podría escribir para que digas que éstas palabras te gustaron... Porque me acostumbré a despreocuparme por quién pudiera leer cada día una hoja de las que se cayeron. Porque ahora tengo una culpabilidad absoluta si lo que escribo te decepciona al compararlo con otras hojas que se perdieron... Tanto como otras que vienes leyendo tú. Tú, que sabes en estos momentos y nadie más, que hoy escribí sabiendo que lo leerías. No sé si antes de dormir, he alargado mucho la noche, o mañana, antes de que vuelvas a tener la intención de despertarme sin saber que nunca le quito el sonido al móvil, porque la soledad nunca coge las llamadas mientras yo duermo. Pero lo leerás. Y me mantengo aquí, dejando que una noche más, la esperanza de una eternidad tiré por la borda todas mis horas de sueño que empiezo ya a contar, pensando ya que mañana tengo que madrugar porque he quedado a desayunar y luego tengo un día completo de trabajo, de cosas que hacer, de campos que batallar... De otras cosas que ensombrecen cada día, porque esas no las acabo contando nunca y sin embargo me roban todo el tiempo del mundo.

Espero que te gusten mis palabras. Te las dejo aquí escritas, porque olvidé el mosquito pero se me lleva el sueño.

______

Busco en mis días algo de color 
a todas horas,
algo que me invite a mirar al cielo 
y a levantar las manos...

Me siento a menudo 

en la mitad del camino,
y con la mirada puesta 
en el horizonte más lejano,
me imagino siempre 
que camino con la sonrisa a cuestas...

Cuando en mi vida 

se mezclan la sonrisa 
y el recuerdo,
el corazón bate con mayor intensidad,
con la fuerza de un viento 
que viene de lejos...
Que viene de las mañanas
de mi infancia
que se pasaron 
entre fuentes y arroyos...

Cuando en mi vida,

la risa y el mañana 
se dan la mano,
arropo mis esperas 
con equivocaciones absurdas
y abro puertas a la ilusión;
y me descubro a mí mismo
escribiendo entre impulsos
los ánimos que mueven mi vida...

Nunca fui mejor 

ni peor que nadie,
nunca querré ser más,
nunca quise molestar, ni perder...
No vine a la vida para ganar,
ni para ser el dueño
de las esperanzas de nadie...

Sólo sé que vine 

a la vida. 
A dar un paseo
por las veredas que cada noche
surco entre desvelos
cuando me falta el sueño...

1 comentario:

Anónimo dijo...

desde anoche, tengo un nudo en el estómago...

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