jueves, 18 de octubre de 2012
CON PERMISO
Con todo el permiso del mundo, momento dulzón de los que tiran hacia adetrás, me he dejado caer por el facebook para hablar de la felicidad que sentí anoche al acabar el trabajo y la resaca de feliz labor que he sentido hoy. Venían a llamar a las nuevas Falleras Mayores, de año impar, de 2013, Begoña y Carla, y tocaba desoxidarse si es que en algún momento hemos dejado que el óxido nos oxidase. Dicho así huele a trabalenguas auténtico, pero la tarde de ayer, de hemiciclos, entrevistas, carreras por la calle Lauria, subidas de escaleras en Pizarro, bajadas y entrevistas, carreras de coches por la ciudad, maquillajes de última hora, cambios de ropa y puestas de micrófonos y pinganillos fue volver a la salud que esta labor del periodismo nos regala cuando hay que estar al quite, que es la manera más taurina de hacer nuestro trabajo...
Ayer volví a sentir ese vértigo de las prisas, esas ganas de la primicia, de los detalles, de conseguir llegar a otros sitios donde no se intentó llegar y hacerlo además con un principio único que es el que mueve toda esta locura: poder contarlo a los demás. Algunos, los más profesionales, lo llaman ser testigo de la noticia. Pero lo importante de poder ser testigos es el contarlo antes o después. Que casi siempre es antes...
Hice el programa con Leo, con Laura, con Elena y con Carlita: cenamos después en Foster's con Boro que se unió y al café Ernestito y Mabelón. Nos hicimos un Cyrano de confidencias y correcciones y nos vinimos a casa surcando la madrugada de las tres. Hoy me desperté con el sueño pegado a las legañas y desayuné viendo la reemisión del programa de anoche. Y una vez más, como tantas otras, el mismo resultado: la agradulce sensación del trabajo bien hecho. Me gusta mi trabajo. Me hace sentir feliz. Y como dije: es fantástico poder compartirlo con tanta gente...
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