domingo, 14 de octubre de 2012

CAMBIOS DE AIRES


Apuro este puente de los que no tenemos puentes, el del Pilar, regresando al ordenador, a las hojas que se perdieron, y me lamento al ver que en la época de las gotas frías, la sequía puebla mi día a día de este rincón. Así que, me tendré que poner las pilas, porque me parece más una cuestión de pereza que no de cosas que no contar o silencios que subrayar. Hoy es domingo, acabo de poner una canción de Robbie Williams y pienso en la ducha y en irme a casa de Angelita. Estamos escribiendo la presentación de Doctor Oloriz, rematando ya. Retraso la salida de casa y el final del día me huele a cine, aunque tendré que esperar a recargar el móvil y whatsappear antes.

Tengo que escribir dos cosas que no se me olviden: la fiesta del viernes, Expedición Baturra Virgen del Pilar, un éxito. Llegaron las ocho de la mañana y un trozo de pizza para rematar una noche de risas, que fue mucho mejor de lo que esperábamos. Y esperábamos mucho, de ahí mi temor. Pero se confirmaron las mejores esperanzas y cenamos en la falla Manolín, Leo, David, Adrián, Esther, Angelita y yo. Nos fuimos al Cyrano, pasados por la cocktelera y entre risas y minutos que se fueron yendo, llegamos al 80 y pop, que es una discoteca que huele a sábados de otoño. Entramos, estuvimos y nos fuimos. Al final, por la Gran Vía, paseamos las palabras que salen de madrugada y comprobé algo: hay gente que tiene una vida más dura, más difícil, menos vida... Cogí el taxi y llegué a casa cuando clareaba el sábado. Dormí y me desperté cerca de las dos de la tarde, que para mí es perder el día. Chateé con Hugo mientras preparaba unos spaghetti y me hice a la tarde. Había quedado para escribir, pero fue imposible. Angelita se quedó en casa con su migraña y yo con un trozo de helado frente al Gran Hotel. Me duché y acudí al Camerino. Había quedado a cenar con Cristina y su caterva de Joses. La noche fue divertídisima, primero entre los gritos de nuestros vecinos de mesa y luego en el Cyrano, donde acudieron Beto, Cris, Noemí y Martita. Leo ya estaba en la barra cuando llegamos. Y nos hicimos un rincón en el Cyrano, que nos duró hasta las cuatro. Regresé a casa con Beíta y José Vicente... Cuando llegué a casa, tenía una foto en el whatsapp: "Parecemos Cheers", dije. Y hoy la ví ya en el facebook. Una gran noche.

Apuro ya para irme a escribir, quiero estar a las cinco en casa de Angelita. A ver si lo logramos.

Me he dado cuenta de que corren aires nuevos para muchas cosas y en el cambio de ropa, que hacemos por los armarios cuando llega otoño, he encontrado también nuevas personas con las que seguir adelante. Sabe a principio de amistades... Y tiene ese sabor peculiar, quizá, porque otras personas han ido diluyéndose. Ayer, una persona (sabrás quien eres si lees estas hojas perdidas) me habló de pena y de celos, me habló de tiempos pasados y no de mañanas, me habló de cosas que se echan en falta... Y lamentablemente me dí cuenta de que tenía razón. Siendo tan importantes como lo habían sido en mi vida, de repente, como humo de cigarro, se habían volado al cielo en mitad de la noche y sólo dejaron recuerdo. Y aunque a veces los recuerdos ahogan, sin perderlos, no podemos quedarnos atados a ellos. Lo estoy comprendiendo ahora. Por un momento pensé qué lógica tiene ahora que yo quede para nada, cómo descolgar el teléfono y plantear volver a quedar como si nada hubiera pasado. Y es eso: pasado. Y el pasado tiene que formar parte de uno, pero no conquistarlo. No me veo ya paseando por algunos caminos... Y si me queda alguna duda es cuando llegará el final de todo. Como hace unos años cuando una persona me hizo sentir peor que nunca. Ahora es un recuerdo, de obsesión paso a gas. Y siempre con una duda: ¿por qué? Pues a veces no hay respuestas... Nos cuesta entenderlo, pero ni siquiera cuando se es tan curioso como yo hay que querer tener respuestas para todo. Hay cosas que echo de menos, es cierto, hay cosas que duelen, gran verdad, pero hay otras que dejaron de rascar... Y eso es la vida. Más que nada, porque luego hay días, que paseas por la Gran Vía, y si te paras a mirar los árboles piensas: "no tengo derecho a quejarme de nada"... Y sigo viviendo. Con los cambios de aires (que anuncian otoños).

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