lunes, 15 de octubre de 2012

LO POSIBLE


Llego del cine ahora. He pasado la tarde como escribí antes en casa de Ángeles y luego he ido al cine con Leo a ver "Lo imposible". Las imágenes (espectaculares efectos especiales) me han llevado de lleno a la nochebuena de 2004, aunque a ciencia cierta pensé que el tsunami nos pillaba más cerca. Dicho así suena a mojarse, pero el problema de vivir mucho y muy intensamente es que acabas desordenando caóticamente las fechas de aquellas cosas que no te afectan de una manera directa. Al salir del cine se lo digo a Leo: cuando ves estas cosas por la tele, la lejanía hace que te sepa todo a película. Por eso, al ver "Lo imposible" sales con la sensación de haber visto ya esto. Porque es real, espeluznantemente real y porque subraya, yo que hacía tiempo que no me dedicaba a la crítica cinematográfica personal e intransferible, sobre todas las cosas el valor de la ayuda a los demás...

No sé si los aires de otoño, los cielos grises que me devuelven aquellos parques parisinos o los fríos que se adivinan, ahora que resopla el viento, pero entre mi entrada ayer en facebook, emocionado por unas palabras de Bustamante en televisión (dixit) y hoy, al borde de la sensibilidad, con la película, tengo la sensación de que todo me raspa más de lo que me venía raspando en los últimos años. Lo cual se agradece y mucho. Porque es sentir. Porque es vivir.

No voy a contar nada de la peli, porque sería destriparla. Sólo eso. Que caí emocionado ante un extraño que te puede dejar un móvil en un momento dado y me sonreí pensando que ése podría ser yo, que aún nos queda corazoncito para seguir caminando... Y se agradece. Me voy ya a la cama. Mañana por la mañana pleno en el Ayuntamiento y una interesante semana en la que calculo que no tendremos tiempo para parar... "Lo imposible" es una buena excusa para dejarse caer por el cine un domingo tarde, como se deja caer hoy Baumstrunger (o como quiera que se llame) estratosfera abajo. Ni más ni menos. Pero un más con una moraleja especial, preciosa, que aún deja abierta una puerta a la humanidad y al saber que tenemos alguien al lado... Esa moraleja es preciosa. Y posible.

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