Apuro las últimas horas del domingo. Me acosté ayer a las siete de la mañana, venía de Umbracle, y llevo a cuestas el cansancio de todo el día. La semana la he dedicado básicamente a preparar la cena que teníamos organizada con la Asociación Popular de Mislata, que celebramos el viernes y que fue un éxito de organización. Con lo cual servidor, acompañado de sus amigos, se pudo ir a la cama con la sensación del deber cumplido y bien cumplido. El miércoles tuve programa, el segundo de la temporada. Y el resto del tiempo me lo he dejado en dentistas, compras y poco más. Tengo pendiente ver a mi familia y empezar a organizarme de nuevo la desorganización. Como corresponde dentro del calendario. Como toca, vamos.
El sábado nos fuimos a Massamagrell que eran fiestas y había toros. Salían de la calle de Aure, la calle del Mar, donde comimos. Nos juntamos en tropel una buena cantidad de amigos. Jose y María vinieron con Álvaro, cada vez más alto, más delgado y más guapo: amor de tío. Aurora con Martín, que hacía tanto que queríamos ir viéndonos y que calculo que nos dejamos a medias una hora y media más, por lo menos, de conversación. Ricardo contó algo de Sevilla con la vista puesta a una Carbonería que nos debemos. Pero me alegró, sobre todo, poder hacer camino con Manolo, que tiene buenas noticias a la vista. ¡Y no se imagina lo que me alegro! Volviendo a casa, porque tenía cena en la Che, con Belencita y Leonardo, antes de la fiesta del mojito de Cyrano, mientras se caía el sol, Manolo me recordó que llevamos la vida juntos. Y me alegré. Mucho más de lo que piensa, porque es un tío importante en mi vida y creo que nunca se lo digo. De hecho, es el amigo que más años lleva a mi lado. Y eso se agradece. A veces, tengo bajones del alma y pienso la cantidad enorme de amigos que tengo. Pero de repente pienso en la fidelidad que me tienen y que yo les guardo, y me parece mayor el éxito todavía. Toda una vida, que cantaba Machín, al lado de Valero, que es un filósofo de la vida sin saberlo que a mí me viene de perlas muy a menudo,... Gracias don Manuel, es usted un señor.
Me fui de parranda por la noche, después de la hierbabuena, con la Felip, Leo y Belén, Jessica y su sobrina. Nos fuimos encontrando al resto del mundo en la discoteca y nos vinimos arriba y abajo. Cuando tocaba ir al baño, claro está. Al final aparecieron Juanillo y Keko. Nos dieron la madrugá. Hoy el cielo se despertó azul a las 13 horas. Y desde entonces, por casa. A ratos con música y a otros con teléfono. No hubo al final descanso, siesta. Ahora llega el sueño... Se caen las persianas de esta semana, cansada la vista y a veces hartito del alma... Pero contento. Confiando. Soñador. Confiado: a la espera de estar más despierto, cada día.
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