Fue un tiempo para no olvidar, la parte mala tiene ahora que descansar...
¡Qué fin de semana! De recuerdos, de reencuentros, de alegrías y cansancios. De mirada en el futuro y aprovechar el momento. El carpe diem con olor a pólvora y desayunando fuera de casa. Os lo digo ya: desde el viernes, ocho horas dormidas.
El viernes: gala fallera.
Me desperté el sábado y me puse las pilas. Por la tarde, estuve en un concierto de música de viento en Mislata y volé a Valencia en el coche de Jose para ser mantenedor de la Fallera Mayor Infantil del Barrio de Beteró en la Sala Canal: María Rostoy. La pequeña María. Salí de la noche y me colé con Kepa en la ciudad: cambié mi corbata por unos vaqueros y me cyraneé. Con Gueguel y Luis, Leo, Consue y su hermano, Mireieta, Susa y Ángel... ¡La gente de la falla que se cantaron hasta las cuarenta...! Nos fuimos al final de la noche a la Posada de las Ánimas, donde vagaron las nuestras a la espera de la madrugada. Nos fuimos al casal a que se cambiaran algunos y a cargarnos de pólvora para la despertà. Me encanta. Es de mis mañanas preferidas... Almorcé en Maestro Gozalbo con Miguel y Jose, Pons y Ponsa, Paco, Norberto y muchos más... Me volví a casa a las diez de la mañana en el autobús a la espera de bajar la persiana y dormir.
A las tres me fui a la falla, de comida fallera y truc con Elías. Ganamos. Vencimos: ¡manilla de espadas y espadón! Nos fuimos para la crida y fue una fiesta todo. La noche y nosotros, inconfundibles. Y cenamos a la vuelta un retapeíto en la Tasca mientras vimos al Valencia ganarle al Bilbao... Y a dormir. Me trajo Sergio en coche y caí rendido. Voces en la pared. Sueño. Hasta mañana.
Mi médico me dijo que durmiera ocho horas... ¡Justo! Cuatro el viernes y cuatro el sábado...