martes, 22 de abril de 2008

EN LAS AGUAS DEL NILO



Esta foto tiene un valor superlativo en sí misma. En ella quedamos retratados, servidor y un amigo. Mi gran amigo. Hugo ha sido cómplice de muchos momentos de mi vida y tengo la extraña sensación de que aún nos queda mucho por vivir, por compartir...

Este momento, esta instantánea, es uno de los más especiales. Regresamos del poblado nubio, el más bello de los pueblos del mundo, y a mitad mañana decidimos saltar desde el barco y nadar el Nilo, frío entre el calor egipcio en verano, a contracorriente...

En la foto falta Jorge, el nuevo amigo. El nuevo y el de toda la vida (porque decir viejo sería injusto) unidos por el Nilo, el río que dio la vida a Egipto y que refrescó la mía en uno de los momentos más difíciles, o justo antes. Este río fue el bautizo para una etapa posterior que esta noche puedo valorar con un prisma diferente.

Sin embargo, los que me importan, siguen. No se los llevó el agua, afortunadamente. Sigue Jorge en la distancia y sigue Hugo, al lado, aunque estemos juntos menos veces de las que me gustaría.

Creo que somos brutalmente distintos. Creo que seríamos capaces de caminar en direcciones diferentes toda la vida. ¡Y el teléfono nos serviría de poco! (¡Qué poco llamas Hugo...!). Sin embargo seríamos capaces de sentarnos sobre una roca cada uno en un rincón del mundo, mirar hacia el infinito y saber que estamos... Y ese es el valor más grande de la amistad... Esto a Hugo no sé si le gustará saberlo: pero yo, de vez en cuando, miro al infinito y sé que estás. Como cuando nadábamos en el Nilo...

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