lunes, 8 de agosto de 2011

Cuaderno de Ibizácora (VI): Solo entre piedras blancas


Coldplay, Viva la vida. Suena en estos momentos que el viento azota el Nolan. La mañana se ha pasado en este octavo de agosto entre nubes y claros. Estamos en Cala Llonga. Llegamos ayer, veníamos arremangados desde Formentera porque parte de la tripulación se apeaba y llegaban nuevos compañeros de viaje. Pasamos por el puerto de Ibiza, la ciudad hermosa del Dalt Vila, para cargar gasolina. Perdimos una boya y Vitín tuvo un pequeño accidente, hay días en los que las cosas te salen mal. Hay épocas más largas para otras personas de igual resultado y hay gente que nunca sale de su agujero negro. Yo, por el contrario, intento hacer de mis días un capazo de colores, una vida multicolor en la que con sombras y muchas luces sigo adelante. Hay veces pensaba ayer, recostado en la proa, que muchas de las sombras que me encierran, las provoco yo. Y ha llegado el momento de disipar algunas…

Llegamos a Cala Llonga, casi sin darnos cuenta tras once millas de travesía en que navegamos una vez más con el buen rollo y la risa por compañeros de viaje. Fondeamos en la bocana casi de la propia cala y nos hicimos al nuevo espacio en esta excursión nómada que nos trae y que nos lleva. Con la Zodíac fuimos al ataque de la costa Leo, Pablo y servidor, dejando los pies entre arena y duchas de agua dulce. Apuramos las últimas risas en la terraza de un chiringuito con unas bravas y un pulpo de por medio. El calor empujaba a traición contra el infierno y resistimos heroicos en nuestro regreso al barco, ya casi sin hambre… En el Nolan habían hecho sus maletas Vitín, Paloma, Paloma hija, María y Pablo. Nos intercambiamos un abrazo y la promesa de vernos pronto. Se fueron en la Zodíac y nos quedamos Ali y yo capitaneando el barco hasta que regresó Leo. Limpiamos con fruición el barco y nos merendamos una coca cola con cacahuetes esperando que llegaran Luis y Gueguel, Raúl y Belén. Me tumbé en la proa cuando avisaron que habían llegado y Leo fue a recogerles. En nada ya teníamos a la nueva tripulación bebiendo con recibimiento y planeando entre risas qué hacer con los días que quedan por llegar… Luis ideó una pócima dulce, como la tarde. Hubo baño en la mar salada y copeteo. Preparamos las brasas y cenamos bajo el manto de la madrugada que anunciaba nubes, la mar casi en calma chicha y la música con desenfreno retumbando en los cortantes barrancos que escarpan Cala Llonga. Volví a mirar al cielo buscando la estrella que te prometí y me confirmaste con otra estrella fugaz que seguías allí. Fue suficiente. Ginebra y Seven Up. Pasaron las tres de la mañana y me fui a dormir, muerto de la risa, sin el cansancio que tenía en las primeras y postreras últimas horas de la tarde. El resto emprendió su camino de final de día hasta la proa. Me desperté a las siete. Y a las nueve, cuando Gueguel cruzó el pasillo. Me fui a la proa a tomar las nubes y cuando todos estábamos despiertos emprendimos la ruta con una excursión en grupo que ha acabado en una cala llena de piedras redondeadas, de olas verde marinas y un sol que anuncia paz. Por un momento, me imaginé solo entre piedras blancas.


Apuntes al margen.

Ibiza siempre me regala paz. La isla blanca me recarga las energías desde hace ya años, menos de los que presiento, porque tengo la idea de haber vivido siempre los tiempos irreales entre las aguas de este universo. Mis tiempos irreales son los que no conectamos con la tierra; cuando nos quedamos en momentos de paz, de tranquilidad, fuera de la vida real, del trabajo o de la ausencia, de la monotonía y el ruido, cuando me paseo por las nubes me vengo aquí. Por eso, estar aquí, es una bendición.

Tengo pocos momentos para pensar, la verdad. Creía que sería capaz de dejarme este verano anclar en los mares de la meditación y recomponer un yo que mandaría hacia otro sitio. Ha llegado el momento en la vida de reivindicarse como se es. Y yo soy así, me gusto más que me disgusto, me entiendo más que me desentiendo, me acompaño más que me abandono,… Es suficiente con eso. Otras cosas son mis voces interiores que me aconsejan mejor que nunca, como aquellas que me dicen: muévete. Y me muevo.

Me intranquilizó un mensaje privado en mitad de la mañana, sabes que es tuyo. Pensé en ti en los últimos días más de lo habitual, y más siendo vacaciones. E intenté hablar contigo y no pude. Luego, esta mañana, me dijiste que estabas ahí, en silencio, pero que estás. Y para mí eso es bastante. Tan solo pienso que ahora el que tiene que estar soy yo. Calculo que en breve te necesitaré y tendré que descolgar el teléfono para decirte que quiero estar una vez más solo, en mi mitad de montaña de piedras blancas, pero como no podré, necesitaré ir a la playa de tu amistad para contar contigo y que me ayudes a caminar. Así que ahora, como es tu tiempo, porque así debe de ser, si quieres un paseo, ven a caminar y te daré la mano… Cuentas conmigo como yo contigo, como siempre y hasta pasado mañana.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ori,pero que reguapo!!!!

DIARIO DE UNA CATARSIS. Capítulo 14.

DIARIO DE UNA CATARSIS. Capítulo 14. "Bendita locura" En la limpieza de fotos, anoche, volvió a aparecer el bueno de Paulin...