domingo, 7 de agosto de 2011

Cuaderno de Ibizácora (V): Luna creciente de color mandarina

 


Caloreó con brisa de proa cuando abrí los ojos. Apenas si hacía un susto que me había dormido y me entretuve mirando al techo con la idea de lanzar mi mañana hacia algún sitio. Salí a popa y me fui hasta la proa para dejar mis primeros minutos bajo el cielo. Leo y yo nos entretuvimos un rato, él desde su cabina y yo desde el día, con el whatsapp de los móviles en nuestro Nolan Club Resort & Spa, improvisando futuros con la trouppe que queda por llegar… Me avisaron de que estaba el desayuno en marcha cuando Leo ya estaba junto a mí en la cama de proa y comenzamos todos juntos un día más alrededor de la mesa. Se fueron pasando las horas. Paloma y Vitín junto con las hijas de aquélla se fueron a tierra en la Zodíac. Nos quedamos en el barco Alicia y yo a la espera de que regresaran Leo y Pablo.

Abrimos cuando llegaron una botella de vino blanco y empezamos a preparar, unos como pinches de los otros, una paella. Abrimos otra botella de vino blanco y creo recordar que picamos algo. Encendimos el fuego cuando el sol comenzaba a no ser tan beligerante y, alrededor de unas risas y mucha conversación, se fue haciendo el caldo y el futuro. Abrimos otra botella de vino blanco. El arroz se consumió apurando el butano. Ahora ya fuimos de la risa y de la palabra, del chisporroteante dulzor del vino marinero acunado entre hielos, del arroz estupendo de soberbio sabor y de las ganas de fiesta absolutas. Hicimos una fiesta en minutos y la resolvimos con una siesta rápida. Pablo y yo en proa, haciendo fotos y rematando la cuarta botella de vino. Leo y Alicia en las entrañas de la embarcación. Al cabo de un pequeño rato, la noche lo invadió todo. Pasé por una ducha dulce que me supo a gloria y a infiernos, manejado bajo el agua con algo de champú disfrutando de los pequeños placeres de la cosmética y la vida moderna. Mi piel se había convertido en una costra salada sobre la que el sol va haciendo sus pequeños estragos.

Cenamos con urgencia un bocadillo de tortilla francesa y nos hicimos a la mar hasta llegar a Formentera. Cogimos un taxi y probamos suerte por Sant Ferràn con un exceso de tranquilidad que nos empujó, por segunda noche consecutiva, a Es Pujols. Recaímos en The Beach cuando sólo estaban los camareros, antes de que una plaga de italianos sacudiese la madrugada. Tomamos ron con coca cola y ginebra con Sprite. Cantamos las canciones que conocíamos y nos sorprendimos con la música desconocida que tararean en Italia. Esperamos a que la fiesta acabara y caminamos por Pachanka hasta la parada de taxis. En nada estábamos de nuevo en el barco, en el Nolan. Nos hicimos Pablo, Leo y servidor una madrugada más con hielos. El capitán se fue a proa y yo dormí plácidamente sin esperar a que me asustara el cansancio. Desperté de nuevo bajo el calor de un nuevo día, acompañado de una brisa que no puede comprarse. Desayunamos tímidamente en la popa y pasamos la mañana hasta que buscando butano partimos a nuevas tierras. Paseamos por Formentera: me compré a juego una pulsera con la que le llevaré a Edurne, a quien dos días antes le envíe una postal como siempre, deseando que pronto venga a la mar y a Ibiza. Tomamos alguna tapa en el bar y esperamos a poder comprar butano y comida para organizar una fideuà al regreso. Volvimos al Nolan y tapeamos mientras la tarde zarpaba con dirección sudoeste. La fideuà cayó pasadas las seis de la tarde y me dejé arrastrar por el frío en una siesta sin límites por toda la tarde. Desperté en proa por la humedad y desayuné en medio de la noche una creppé de Nutella y un vaso de leche con cola cao. Al rato, toda la tripulación, combatimos contra la noche con una partida de Trivial por delante… (no sé qué sería de esta entrada si no existieran las marcas registradas…).

Se fueron a dormir los demás. Yo miré nuevamente al cielo, buscando la estrella que te regalé antes de anoche. Hace tres años, en las montañas del Himalaya te dije adiós mirando al cielo cuando una estrella se durmió entre las nubes. Hace tres noches, cuando te busqué de nuevo en el firmamento supe que eras tú por aquella estrella errante que fugazmente se perdió en el universo. Anoche, volví a buscarte, con la luna creciente de color mandarina besando ya el horizonte, y vi que el cielo se había movido, el mar, el barco y todo andaba en un balanceo que me llevo al sueño. Una vez más.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pero que guapo estás en esta foto!!! Mucho vinito, estoy viendo yo. Por aquí todo marcha bien, un beso. Nos vemos el viernes. R.

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