domingo, 3 de mayo de 2015

HAY


Al borde de un mar, como en un bolero con acordeón, me quedo con las ganas de decirme tantas cosas que guardo entre algodones mis silencios. Puse el aire acondicionado porque desperté de la siesta en un infierno de ponientes. Este mayo con calor de agostos me ha dejado la tarde echado en el sofá, viendo un episodio más del Ministerio del Tiempo, haciendo tan solo una fregada que me dejó húmedas las manos y sentado en la silla buscando entre estas palabras esos respiros que necesita mi alma. Yo.

Me dicen los horóscopos que me prepare, como si supieran los astrólogos mi agenda, machacan mi mañana y mi pasado. Pasado Mañana. Así, con mis whatsapps y mis desvelos, voy cruzando días que se fueron como preso de mí. Y frente a la prisión, el mar desbordado, que mi cabeza sobreocupada tiñe en grises pero que tiene azules y verdes por doquier. Las nubes flotan volando ágiles sin guerras ni odios. Y frente a mí, que me desdibujo con cazadoras de invierno, el viento choca contra la cara alertándome de que mi nuevo futuro está mucho más cercano. Y esa es la única verdad que hoy tengo: que mi nuevo mañana, cada día que pasa, está un paso más cerca. No hay nervios. Ni emoción. Hay... hay... No sé lo que hay.

Anoche acabé en un banco de Reino con la reina Caballero. Estuvimos en Cyrano con Diego. Antes Tatín, Lola y Tiby. Antes cena en la Cruz. Y antes, nada. Me traje un pequeño dolor de garganta y el recuerdo de que hoy era el día de la madre. Es. La felicité por teléfono ya que está en Sarrión. Me cogió el teléfono Edurne, luego mi madre. Luego comí unas chuletas, maldije mi báscula, pensé poco y dejé que se me perdieran las horas. Hoy, en vida, lo que mejor me vendrían serían horas. Por delante. Por detrás. Por encima. Horas, pero que pasen rápidas y me dejen volar. Me hagan volar de nuevo...

Frente a eso mi esperanza. La justicia. Y un mar, que hoy es gris, pero tiene miles de colores para pintar... Vamos. Adelante.

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