miércoles, 9 de mayo de 2018
LOS CEMENTERIOS DE LONDRES
Descubro una canción en el spotify mientras trabajo: "Cemeteries of London". Presiento que descubro el título, que la canción no me es nueva. No traduzco el título. Es básico. Casi tanto como las ganas de volver que me entran entonces. Londres me persigue. Mi Nueva York europeo, mi Berlín inglés... Mi paraíso perdido (mi otro paraíso perdido). La ciudad que más veces he visitado, sin saber cuántas, con tanta gente, en tantas ocasiones y con tantos recuerdos tan distintos... Pero Londres siempre regresa, como cualquier cosa que pudiera servir para comparar ahora en una metáfora. Me da igual las golondrinas de Bécquer o el boomerang que nunca lancé. Londres siempre vuelve y me sacude.
Me imagino colgando la vida entera de un hilo y paseando una vez más las calles del Covent como un vecino más. Me imagino abandonado en una librería que regentar, recogiendo mesas de un bar o escribiendo mientras llueve una tarde y otra sin mayor pasión que la lluvia al otro lado del cristal. Cada tarde, todas las tardes. Y otra más... Me sacude la idea de parar el mundo y echar a volar, sin miedo de que mis alas se derritan frente al sol, como tantas veces soñé. Y me golpea sabiendo que, antes o después, mi edad me abofeteará con la realidad de lo que pudo ser y nunca me atreví a hacer. Pero luego aterrizo de nuevo en esta realidad de la casa comprada, de la vida hipotecada, de las idas y de las vueltas, del trabajo absorvente y adictivo a partes tan seductoramente iguales... Luego vuelve la realidad en la que me quedé porque es la que siempre quise. Lo otro, son los sueños. Y esto que vivo: el destino.
Londres aparece otra vez seductor. Como todo, como tantas veces. Como siempre. Imagino mi vida allí tan lejos del ruido que todo me parece un placer absoluto. Y al tiempo, cuando me descubro con las manos sobre el teclado, escribiendo ágil, pienso en silencio: "¿Lo dejarías todo y volarías de verdad?". Sonrío y me respondo.
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