domingo, 27 de septiembre de 2015

SOLTAMOS EL TIMÓN


Alguna vez pasa que - sin saber cómo - las cosas se van revolviendo y se ponen en contra, te dejan contra las cuerdas o te vacían hasta dejarte sin ánimo. Lo sé. La mayoría de veces aparece de una manera inconsciente y, otras muchas, nos empujan a un callejón oscuro y, en contra de lo que parece, con salida. Pero cuando el cielo se empeña en nublarse, llega un momento que ni vemos el sol, ni lo peor, lo presentimos. Lo soñamos. En esas ocasiones, tendemos a dejarnos llevar por la corriente y nos deprimimos, o nos enfadamos de manera continuada, o nos alzamos en pie de guerra dándole la misma importancia a lo que la tiene como a lo que no. No medimos. Porque los embates son tan fuertes que el barco queda a merced de la improvisada marea. Y soltamos el timón...

Pues hay que cogerlo de nuevo, antes de que nos perdamos en la inmensidad del océano, lejos de otros barcos, de otras orillas, de otros destinos,... Hay que cogerlo con fuerza y decidir hacia adónde nos llevamos. Así que, cuando el mar se ponga bravo, vira el timón y enfrenta tu proa a sus olas para romperlas con fuerza. Cuando el viento parezca que no sople a favor, no te dejes empujar por su energía: cambia el rumbo del timón y sigue dirigiéndote a donde quieras llevarte... pero decide.

Cuando llega la tormenta, no te dejes asustar por las nubes. Siéntate a mirarlas. Aprende de sus formas y de cómo se mueven. Y piensa que el sol está al otro lado. Yo he aprendido así a reconciliarme con la lluvia, aunque haya veces en que también sienta que todo se nubla y el mar se pone bravo. Lo importante, siempre, que cojamos el timón. Lo demás, lo demás solo será dejarte arrastrar...

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