viernes, 16 de mayo de 2014

DEVOTOS E INSOMNIOS EN LAS RESACAS DE SAN ISIDRO


Esta foto la tomé poco después de dejar de escribir: hasta en los peores días hay que sacar una sonrisa. Dolores de cabeza varios, extinguiéndose los de la espalda que se curan con tréboles blancos y arte de Instagram apartado de otras redes sociales. Al final, una simetría casi perfecta, como radiografía intensa de mi día a día. La vida, que pasa, como en la canción de Julio Iglesias que hoy debería de volver a escuchar.

Es viernes, día de FF en twitter y de acto electoral en Mislata: mi primera gran cita. Hubo una prueba de fuego, la primera de la vida, que fue el congreso del partido y hoy, recibimos al Presidente Fabra, lo cual, obviamente lleva sus procesos...

La vida también tiene los suyos, lo que pasa es que se visten de colores tan elegantes que la hacen maravillosa. Soy un optimista reconvencido, ya lo sabéis. Los papás están en Benidorm, hace poco ví a Edurne y estaba preciosa, y mi hermana comió en casa y todo anda. Al final, casi todo es perfecto. Si no lo es. No es cuestión de convencerse. Hay que disfrutarlo. Como los atardeceres que te pueden acompañar en silencio en mitad de todo el ruido de mi ruidosa vida.


He tenido momentos de todo en estos días: hablo siempre de la montaña rusa emocional, de subir y bajar, de crecer siempre (eso sí que lo siento) y de pensar si esta mente revolucionada que se agita en mi ser se mueve con las mismas pulsaciones del mundo o anda más atareada. La cafetera no para. En risas me quedé el viernes cuando acabamos por el Cyrano Alós y servidor repartiendo "rajoles" de la falla en unas risas que ya no recordamos por qué surgieron. Lo comentábamos el miércoles, cenando en Fosters, después del programa. 


El sábado comenzó el fin de semana de devociones. Extrañamente me quedé en casa porque tenía que despertarme el domingo temprano para retransmitir Missa d'Infants y Trasllat. ¡Cómo me gustó compartirlo con el Bueno de Baltasar y la amiga Mabel. Salí, fui a un concierto de banda juvenil en Mislata y no sé si comí o descansé porque a la tarde, como en la víspera, anduve de procesión a la Mare de Déu. Hay devociones difíciles de explicar: ésta es la más complicada. 


Valencia estaba radiante: me pare cual turista a retratar con mi cuenta de Instagram una estampa valenciana. Y me vi a mí mismo recitando versos de amor a la piedra. Adoro esta ciudad, sin duda alguna. Querer es lo que tiene, que no se puede explicar (ni se debe). Como tampoco debe explicarse cuando se acaba el amor o se quiere apartar de uno. Son cosas de la vida, duras como la piedra, incesantes, dolorosas... En estas resacas de San Isidro, la verdad, es que yo solo me aparto de mí mismo, que ya es bastante. Aunque reconozco que en la misma medida que me quiero. Lucho conmigo (en batalla constante).


Disfruté a la verita de mi gemela de la procesión, probablemente el último acto conjunto de un reinado magnífico: fantástico. Lo pasamos bien, casi sin calor, aunque caía el sol a destajo como cuchillos en serie. Anduvimos y hablamos, reímos, lo pasamos bien. Muy bien. Y rematé cayendo en el sueño del fin de semana alargado por eurovisiones de barba en oros y procesionando devotos.


El insomnio reapareció pero en pequeñas dosis: las rematé con dos siestas dispersas. En cualquier caso no me quedé despierto para pensar, pensaba y no dormía. Intentaba reorganizar la vida incluyendo dos días de cursillo de liderazgos que impartieron lunes y martes. Me parece ahora tan lejano... Y algún mensaje por descontado. Y alguna llamada. E intentando poner al día todos los renglones torcidos. Cada día más ocupado, sí. Pero también, cada día, mucho más colocado. Y seguimos. La vida, en ascenso, es un camino de Machado (de polvorientas sendas).


Seguí, pues, con mis agendas y mis estreses. Seguí visitando el Tribunal (jamás pensé que en un rincón de tanta distinción) para disfrutar de una herencia de tradiciones por conquistar. Luego comí con mujeres en La Canaleta y acabé en el dentista retocando colmillos (para morderte mejor).


El día de San Isidro, 15 de mayo, ayer, pasó según lo previsto. Y reconozco que preví mucho. A la espera de que de aquellos insomnios y devociones surjan anhelos de mañana que rezo en mis oraciones... 

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