Apuro el zumo de naranja, al que le puse algo de azúcar por ponerle algo, y escribo en el whatsapp. Marciano. Lo que pasa me parece marciano... Y pienso enseguida cuánto tiempo hacía que no me acercaba a contaros las marcianadas de mi vida, y el día a día, y las cosas que me apetecen... Y a dejar entreveladas, como escondidas, las que no... Acabaron las fallas y el fuego se llevó todo. No sé si para devolvernos purificados a una primavera que ha entrado a golpes en mi vida. Hoy, como astémico, llevado por la nostalgia desde que me desperté. Hacía mucho que no me ponía el despertador. El dolor muscular del hombro izquierdo me recuerda que hasta hace nada he sido del cansancio y la falta de sueño. Tengo por recoger la ropa de casa de Angelita, el colchón de Leo y otras tantas cosas... Tengo la casa por hacer y un sueño por deshacer. Y acompaño lo que escribo con el CD de Luca que volví a encontrar. Reencuentros.
Luca es un guitarrista callejero que conocí en Londres y al que, como final de viaje, llevados por el frío de inicio de año, le compré su disco de calle porque me sonaba a despedida de aquella escapada. Hace mucho que no voy a Londres y ya apetece. Londres apetece siempre, aunque ahora me suene tan distante, tan lejano, tan casi a nada... Estoy en un momento de mi vida en el que no paro. Las fallas, geniales, acabaron y comencé la campaña por la presidencia del partido en Mislata, así, una cosa detrás de la otra, para que no haya parón... La semana que viene es Semana Santa y no he proyectado hacer nada. No sé qué haré. Y así con todo... Tengo dejadez de domingo por la mañana, bebo soledad en tragos pequeños y pienso en qué hacer a los quince minutos para enseguida cambiarme mi propio rumbo. Lamento tanto haber dejado de escribir en el blog... Siento que se caen las hojas a una velocidad de vértigo y van desapareciendo los ojos que quieren leer. Es como si de repente, ya se fuera a acabar esto... Y lo pienso. Me paro y pienso: ¿Y si se acabara el blog? Al fin y al cabo sería una etapa más de esta vida llena de etapas, que ni siquiera el fuego arrasa...
El pesimismo general lo combato con ganas, pero reconozco que la apatía me puede en algunos rincones del día. Tengo ahora mismo una vida laboral fantástica, alargada en la radio todas las mañanas y, según me anuncian, se va a alargar así en los próximos meses... Tengo una vida de proyectos, compartidos con un equipo, que me hacen fortalecer cada segundo. Tengo una falla que ardió lenta y serena, como se queman los cartuchos de mi vida, que tendrá que renacer de sus propias cenizas. Y tengo también una duda: la de la felicidad. Hoy me hubiera ido a comer a la playa, a soñar por la orilla, a beberme una tarde y pasear sobre una cuerda alargada, de cobre, extendida entre nubes,... Yo, allí, con mi vértigo, paseando entre las nubes del cielo... ¿Hacia adónde va mi vida? Pues de momento, me mezo entre las dudas, sabiendo eso sí, que no se va hacia Londres... Sigue la guitarra de Luca. Y me tapo la boca con la bufanda mientras escuchamos en las puertas de Covent Garden el "With or without you" que suena a himno de vida...
Me decía Amparo ahora que escribiría sobre las fallas, que fuego son. Fueron unas fallas divertidas. Lo he pasado genial. La tarde de los disfraces peruanos y la ronda por Ruzafa, la tarde con Adrián cobrando en la puerta y Angelita liandola como antes, el jamón de Javi que nunca fue de nadie, la plantá a tombé, los premios, ir y volver, las risas, las horas que pasaban... Las fallas de 2013 han sido geniales. Yajaira y Nerea, con familias, hicieron muchísimo. El resto, risas. El cansancio pudo a la noche y le ganó la batalla... Y yo gané la mía. Por fin. Relajado, tranquilo, sin presiones externas, sin recuerdos de los que ahogan... La libertad final se silencia entre las carcasas de las mascletás, la vida en el balcón con Leo, fue un punto y a parte, un subidón (escalera arriba, escalera abajo), una risa... la noche, que fue pasando. Aquél gorro de lana tapando una quimio no me pasó desapercibido. Una noche me descubrí solo en mitad de una verbena llena de gente: por un segundo tuve la sensación de encontrarme solo en mitad del ruido, del todo... Y seguí andando. Enterré las penas que arrastraba y la dejadez y el abandono se consolidaron ya, por fin, como una herida con costra que cicatriza más rápido que nunca. Lo pensé al acabar las fallas. Se acabó. Y se acabó con una sonrisa en la cara... Precioso. Eso no es que se arreglaran las cosas, eso es que pasaron a ser historia, que ya nada importa, porque ya nada hay... Pero ahora por lo menos ya no duele, ya no rasga. Un paso adelante, y el camino que sigue. Pensé en algún momento hace tiempo, cuando me dolía todo, que habría un día de encuentro en el que se solucionaría un problema y volveríamos a compartir el camino. Este año descubrí que mis pasos caminan ya hacia otros lugares... Y no hay dolor. No hay pena. No espero ya nada: y esa falta de esperanza, por lo menos, no es desesperanza. No desespera. Simplemente, como el fuego, desapareció. Se acabó.
Decía hoy que me siento marciano con una cuestión de mi vida. Se lo escribía por whatsapp y me invitó a regresar al blog. Ella me dijo que lo tenía abandonado. Yo lo sabía y aunque no me gustaba la idea, tampoco había hecho nada para regresar aquí... A mi rincón perdido del alma. Y vuelvo, para decirlo. No puedes decir que no quieres nada de una persona y luego pretender que forme parte de algo importante en tu vida. Me ha sucedido. Me sucede desde hace casi un año y ahora se confirma... Marciano. Me siento marciano. Porque a lo mejor yo, desde el radicalismo personal de mi carácter, no habría hecho esto. Podemos llamarlo "radicalismo", "orgullo personal" o "que soy así". Yo siento ésta última opción como la real. La mía. Y siento que hay quien intenta hacer borrón y cuenta nueva. Y eso no puede ser. Mi manera de hacer no me lo va a consentir, lo sé. Es estúpido. Marciano. Hay quien dice que hay que saber hacer como que no pasa nada: absurdo. Pasaba. En pasado. Ya lo dije. Qué bien me vino no tener que zigzaguear para evitar el dolor de una mirada o de un silencio. Ahora ya no. Ahora, volando libre, se camina más erguido y feliz. No dediqué tiempo ya al pasado. Me parece raro, pero alivia. De repente, de un plumazo, una parte importante de mi pasado se ha ido al garete, como el fuego de la falla, al cielo. Y me siento bien. Ya no hay ni dolor ni tristeza. Ni tan siquiera insignificancia. De repente, es caminar sabiendo que aquella parte de nuestras vidas, se esfumó... Una lástima, visto desde la distancia, la verdad. Pero ahora, por lo menos, ya no duele...
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