lunes, 4 de agosto de 2008
RITESH
Ritesh miraba al horizonte, evitando el polvo del camino, dejando atrás su pequeña tienda, al borde de una acera ausente en el límite de una carretera que no llevaba a ningún sitio... Cada mañana se sentaba en su pequeña silla de mimbre a la espera de que alguna clienta se acercase a su pequeño puestecillo de frutas, de verduras,... Ritesh cogía enérgicamente las improvisadas bolsas hechas a base de hojas de periódicos muertos y las rellenaba seleccionando siempre las mejores piezas... Por algo su pequeña tienda de alimentos se había convertido en la favorita de muchas personas de aquel diminuto poblacho, en mitad de la nada...
Cuando Ritesh no atendía el puesto, porque no había nadie, se sentaba de nuevo en la silla de mimbre y miraba al horizonte. Más allá de las frutas y verduras, cruzando la carretera silenciosa y cubierta de baches, topándose con las tiendas de enfrente, botándolas por lo alto y corriendo ladera arriba hasta que, en la cima, no habiendo nada más por donde brincar ni saltar, emprendía el vuelo... Las laderas doradas se quedaban cada vez más pequeñas y alejadas. Los picos de las montañas crecían hacia él. Las nubes se comían los montes y lo cubrían todo dejando a sus pies un manto blanco de algodón, esponjoso y confortable... Ritesh volaba ágilmente, cruzando las fronteras, surcando el cielo azul y olvidando el olor de las hojas de periódico y de los pimientos, y del mango y las papayas cubiertas de moscas,... Así hasta que alguien regresaba a una de las tiendas de mayor fama de aquella carretera muerta. Entonces, Ritesh caía en picado. Dejaba atrás sus laderas y montañas, olvidaba el cielo azul, la sensación de aquel viento rebotar contra su cara cuando volaba raudo y perdía la visión de aquellos diminutos riachuelos perdidos entre los valles y convertidos, por el sol, en pequeños hilos de oro...
Entonces, Ritesh dejaba de mirar al horizonte, hasta que dejaba de atender su pequeño negocio. Y, al rato, reemprendía la marcha: cruzaba la carretera, botaba los edificios, escalaba la ladera y, desde la cima, comenzaba a volar de nuevo...
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
DIARIO DE UNA CATARSIS. Capítulo 14.
DIARIO DE UNA CATARSIS. Capítulo 14. "Bendita locura" En la limpieza de fotos, anoche, volvió a aparecer el bueno de Paulin...
-
Los árboles de otoño tienen la hoja caduca, pero su raíz sigue anclada al suelo, a la tierra, donde erguidos se crecen con el paso del tiemp...
-
Nunca dejo de remar, porque es lo que siempre aconsejo a tanta gente que quiero... Pero es verdad que hay días que son lunes absoluto...
1 comentario:
Ay q alegría seguir leyendo tus vivencias en la India!!!!
Como te he dicho siempre, m encanta como escribes.
Nos vemos prontico cari.
Nuki
Publicar un comentario