lunes, 5 de febrero de 2018

PAZ ABSOLUTA


Ha sido un segundo. O menos. Una milesíma de tiempo incontable que me ha recorrido. De repente, como si me hubiera despertado, me he encontrado a mí mismo, entre las manos frías y el corazón calmado, con la vista nublada, pensando qué había sido eso. Eso casi imperceptible, ese nervio disparado que ahora deja medio nublada mi mirada en uno de sus ojos y una resaca muscular cogida al hombro. Ha sido un espacio de paz. De calma absoluta. Una especie de nirvana minúscula, que me ha dejado en paz absoluta. Y no sé calcularlo. Solo sé contarte que, con los pies helados y un sol batallador al otro lado de la ventana, que grita para atravesar el cielo nublado, sentí algo, en muy poco tiempo, tan poco que casi no era ni tiempo. Paz. Paz absoluta. Calma en remanso. Y enseguida la música de nuevo que suena en el ordenador y el frío agarrado a las manos. Y el silencio fuera. Y la sensación, eterna, de que en un espacio que no sé concretar de tiempo, todo se detuvo y una descarga me recorrió la espalda para decirme que aquello es la tranquilidad. La absoluta sensación de paz, de calma, de bienestar... y ahora, una sensación resacosa, una esperanza de quedarme agarrado a ese instante, un sentimiento de que cualquier cosa que haga a partir de ahora romperá aquello que, por mucho menos de un segundo, me dejó en paz...

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