jueves, 5 de enero de 2017
CINCO DE ENERO
Queridos Reyes Magos,
hace años que por casa no pasáis a base de trabajos y tiendas, horarios familiares y cambios de vida. Pero a mí me gustaría que regresarais. A base de hacernos mayores nos sacude la nostalgia y la melancolía. No sé cuál fue el punto de inflexión, pero llevo meses pensando que llegan mis cuarenta y, como los abriles de Sabina, alguien se ha dedicado a quitarle minutos al incesante reloj sin saetas de mi vida.
No me siento más mayor. Ni menos joven. Me acerco a la barrera con una buena sensación y un vértigo inevitable. Hoy es cinco de enero, lo justo sería que fuera tres (cuatro a lo sumo). Pero el tiempo se empeña en largarse con velocidades de relámpago que nos dejan menos opción de hacer y de deshacer. Quizá por eso, me vine a cuestas con mis recuerdos de infancia - de infancia muy tierna, ya os dije que dejasteis pronto de venir por casa - y me sacude la ilusión de volver a tener un día de Reyes como aquellos en que, con equilibrios totales, papá y mamá nos sorprendían. Nunca pedimos más ni nos trajeron menos. Buenos recuerdos que se disipan al pasar el tiempo...
Por eso hoy, que anda todo el mundo rematando sus cartas, yo miro a otro lado. Acudiré ahora a la cabalgata, el cargo obliga, pero me vendré a casa con un desapego absoluto. Total. Algo que me gustaría revivir, porque como dije, cuánto más mayor me hago más en niño me convierto. Y eso es genial.
Así que, majestades, se vayan haciendo a la idea. Al año que viene les espero por aquí. Como cuando el abuelo y yo le poníamos cebada en el balcón a sus camellos. Como cuando corría hasta la habitación del final del pasillo para encontrarme una pizarra sobre la cama... Como cuando soñaba despierto.
Feliz año.
Pd: Yo siempre fui de Melchor...
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