Siempre he sentido debilidad por las mujeres de carácter fuerte, por las que tienen las cosas claras, por las que luchan por conseguir aquello en lo que creen. Hillary Clinton, la sombra de Bill durante tanto tiempo, comienza a brillar con luz propia y se encamina, con fuerza, hacia la Casa Blanca. Sea como fuere, EEUU está ante uno de los retos de su historia: los demócratas, con mucha seguridad, presentarán por primera vez a la presidencia del país (a la presidencia del mundo, aseguran muchos) a una mujer o a un negro. Y digo negro sin remilgos, eufemismos, metáforas ni dolores. Con todos los respetos del mundo, vaya. Sea cual sea el final de esta trama, la apuesta demócrata es buena, contundente e histórica. Ganará el mejor, aquél que consideren los votantes que merece su crédito y su respaldo.
Hillary ha subido con fuerza, con tesón y con mucho trabajo. Estuvo a la sombra del poder, como el poder mismo. Y soportó ataques y vilipendios, siendo el puntal base de un presidente, Bill Clinton, al que los americanos recuerdan con cariño. Algo tuvo que ver ella. O todo.
Por eso, ahora, su candidatura al triunfo es justa y viene atesorada por muchos años de labor, no sólo por ser la esposa resignada del caso Lewinsky. Eso sería injusto.
Hillary Clinton es el respiro que la política requiere. Una mujer con tesón, fuerte, decidida. El poder del mundo en las manos de una mujer... Una utopía, presumiblemente alcanzable, que no necesita de cuotas paritarias, sino de valía y capacidades. Y ella está muy capacitada. Es cuestión de "caucus" y de suerte... Después de George Bush llegó un Clinton. La historia decidirá quien releva a George W. Bush, porque su era se acaba...
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