martes, 12 de junio de 2018
BARNIZ
Todos tenemos derecho a apuntarnos un triunfo en la vida. Lo digo porque a menudo, como todos, calculo, me pongo de un pesimista rancio absoluto y me tiro calles abajo rodando con el ánimo clamando al cielo si la suerte de otros nunca me protegerá a mí. Sin embargo, cuando la trascendencia deja espacio a la pausa y a la calma de asimilar las cosas, me pregunto lleno de coraje y de satisfacción, honda satisfacción, qué hecho en falta para lamentar tanto como lamento. Hace poco leí que si encaras la vida con una sonrisa, la vida te devuelve sonrisas. Y yo, que cabalgo entre la edad de entrar en crisis y la de que todo me empiece a dar más o menos igual, me confirmo ante mi espejo que soy yo y rotundo me respondo: sonríe, sonríe porque la vida te tratará igual... Y en ello me encuentro. Sin soltar carcajadas, pero dejando que el rostro tenga menos rigidez y más salud. Sobre todo mental.
Decía que todos tenemos derecho a triunfar en la vida. El problema es que nunca nos enseñaron que ese éxito es el de vivir, el de apreciar lo que tenemos, el de no necesitar nada más que pequeños golpes de suerte para ir resistiendo... Hay que ser activos frente a la pereza, hay que ser conquistadores y no conquistados, hay que ser soñadores y no vivir siempre dormidos... Hay que querer. Y queriendo se lanza uno a triunfar donde sea, empezando por la propia vida de cada uno de nosotros, que, lamentablemente, parece siempre importar menos que la vida de los demás...
Yo he triunfado. Tengo esa sensación. Porque tengo una familia que acoge, unos amigos que recogen, un trabajo que uno escoge y un futuro por delante, que no sé de qué color vendrá pintado, pero que le he comprado yo un barniz para que me brille más...
Nadie me creerá, ni yo mismo, si dijera que en cada uno de nosotros está la elección de que nos vaya bien. ¡Claro que hay quien desde fuera puede truncar nuestros deseos! ¡Desde luego que la vida nos va empujando a veces a bofetadas! Pero otras muchas, sin ser conscientes, nosotros, nos cogemos al carro negro y nos tiramos por el camino abajo...
No digo yo de andar sobre nubes. No quiero volar ni surcar cielos. No hacen falta mares de verdades sin inquietudes ni zozobras. Pero sí, que reconozco y creo, que hay barnices para hacer brillar nuestros días de otras maneras... Y yo me he decicido a pintar algo más cada día...
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