martes, 9 de agosto de 2016

QUE SE ACUERDEN DE UNO


Sé más sereno. Llega segundo. Tú que no compites nunca por ser primero, no te desbordes cuando no toca.

Apunto en el moleskine de mi alma este apunte cuando faltan quince minutos para las seis y sobran 37,3 grados para la tarde. Piano de tango.

Aguanto este verano de manera espectacular: me hice mayor. Miro hacia atrás y los comparo con otros. Silencio hasta en el móvil y calor bailan agarrados en la tarde.

Mi plan por delante: algo del libro sobre Wilde resolviendo crímenes y quizá si la película de Almodóvar, Julieta. Empecé la serie Mar de Plástico, bien después de una Hannibal que me mantuvo tres temporadas atado al sofá en las noches de julio.

De repente Jose Gisbert ayer me manda un mensaje en mitad de la tarde: qué bonito que se acuerden de uno. Cené con Juanjo en Fosters y llegué a casa durmiendo de madrugada. Qué curioso es ver que hoy vacaciones tengo la sensación de estarlo mientras que otros días que no lo eran y estuve en casa la sensación era otra. Anoche, decía, me disperso por el verano, Diego escribió en el grupo sobre el primer años que somos amigo. Lo dicho, qué bonito que se acuerden de uno...

El calor se desploma tejado abajo. Creo que me voy al sol, ahora que ya empezó a escapar. Como yo. Que muto en dragón rojo. Y ni me inmuto.

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