sábado, 23 de julio de 2016
SERENO
Sereno. Me describo apacible ante el espejo del alma. Tranquilo como hacía tantísimo tiempo que no. Sumergido en una paz conmigo primero y, que luego, se extiende densa a mi alrededor. Tan batallada a base de descansos y apagones. Yo lo conseguí. Me escondí de mí para alcanzarme como nunca hasta dejar de perseguirme. Y así hoy no escucho los ruidos de afuera. Busco música de soledad para rellenar los silencios y me concentro en la tranquilidad de este momento como un punto de inflexión en mi vida. Sigo deseando pequeñas cosas como una tormenta de verano o una vela encendida... Aprendí que la vida es plena cuando aspiras solo a los pequeños detalles y los alcanzas. Y sueño, también despierto, buscando nuevas rutas en este camino incesante que es mi vida donde bailan amarrados los grandes deseos y las ganas encubiertas. Mi cuerpo pide quietud y mi cabeza navega con nuevas ideas. Hay mañana. Pero sin agitación. Sin sentir la presión de lo que no alcanzamos, sin arrastrarme por la decepción de lo no conseguido... Intentando trivializar todas aquellas cosas que en otro punto de mi vida me habrían desbocado. Hoy, porque quiero, le habla mi voz interior al volcán que tantas veces fueron mi corazón o mi boca al exiliarse. Y me descubro tranquilo, expectante, quieto... Callado. Esperando lo bueno que queda por venir. Pero solo esperando. Se acabaron los empujones y los desatinos, aparté los cansancios y los olvidos. Sereno, como un mar manso y plácido. El anhelo ya no es cólera. La tristeza ya no es un ancla férreo que me deja atado. Sereno, así me siento. Conmigo enfrente. Conmigo al lado. Presintiendo al fin que esta placidez no será eterna, pero sí duradera. Y sobre ella caminaré los pasos de mis próximos vientos... De mis siguientes silencios. De mis propias palabras, que son yo.
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