domingo, 5 de marzo de 2017
LA EXTRAÑA VOLUNTAD
Elegimos los caminos del olvido porque siempre parecen que son los que cansan menos, los que atajan el pesar más privado. Se diluyen las sensaciones y los sentimientos, casi siempre, tal y como somos capaces de ir haciendo y deshaciendo paseos entre el alma y el corazón. Y aplicamos el día de mañana y el que pase y el otro como bálsamos contra la memoria a base de desgastar el tiempo corriendo sus manillas contra la propia capacidad de recordar. ¡Imponerse el olvido cada día como una meta para superar el recuerdo al que se vuelve siempre! Siempre he pensado que soy capaz de elegir mis cielos y mis caminos, mis vientos y mis silencios. ¡Pero no! Acabo imponiendo un descuidado olvido a cosas que reviven enseguida y que me dejan agarrado a este yo que no soy yo y que se impone. La extraña voluntad. Yo quise. Quiero. Pero me revuelvo en el "querré" porque a menudo lo dejo de lado, como si no me preocupara ya nada... Cuando vuelve una y otra vez. Recuerdo detalles, palabras, momentos, sueños... que se asfixian sin el oxígeno de la memoria. Y creo que los ahogo, pero quedan escondidos hasta que, con rabia, el destino nos los devuelve. Recuerdo mil y una cosa como olvido las más sencillas, las que son mías y me hicieron a mí. Pero soy incapaz de arrancar por siempre penas dormidas y los dardos ajenos como me es imposible extirparme esa sensación de lo inacabado y lo impropio. Lo que no depende de mí aunque me ocupe por completo. Y sí, duelen los desprecios como el engaño, la indiferencia como la farsa... Claro que duelen. Y esa sensación desgarradora que te hace caminar triste... y regresar de nuevo al olvido. A la voluntad de olvidar como único escudo de protección, como sola medicación contra la pena, como arma para defendernos de lo que no podemos elegir porque nunca podremos alcanzarlo...
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