domingo, 26 de febrero de 2017

LA SONRISA DE PABLO


Cierro un fin de semana eterno. Vengo de un programa de televisión que salió aún mejor de lo esperado. Feliz. Y de una cena en Fosters con la que reír y desoxigenar. Respirar. Y de un metro nocturno... Estos días hubo de todo. Y sí, entre tanto ruido de fiesta, tengo una imagen que no me quito de la cabeza: la sonrisa de Pablo; el muchacho que ha fallecido tras convertirse en un héroe por la donación de médula. Vengo de unos días en los que he tenido de todo: en los que sufro de gripe y me sacudo por mi vida pública, me enveneno por la fortaleza que tiene un mediocre cuando se cree poderoso o me rebela la simpleza del que te abandona porque no le dices lo que quiere oír. O por la tristeza que me da seguir arrastrándome en el lodo de las personas tóxicas,... ¡Por mil cosas! Esas cosas que me hacen gris... Y cuando veo la sonrisa de Pablo pienso una y mil veces lo mismo: vivió. Nos hacen falta héroes de esa categoría para entender qué es la vida, para prometernos que no nos volveremos a dejar arrastrar, para decidir cuál es la vida que queremos y pelear por ella... Tengo miles de personas que me quieren y quiero alrededor, y a veces el ruido de una mosca me hace mirar hacia otro lado. Tengo mil ilusiones que contagiar, y a veces me hago barro con los sudores de otros... Tengo mil batallas por ganar y a veces me derroto solo, cuando me quitan los colores. Tengo cien que me acompañan pero me preocupa más la que a mí lado alguien no quiere caminar... Y me duelo. Me duelo porque veo la sonrisa de Pablo y escucho al guerrero incansable: "siempre fuerte"... Y me doy cuenta de que hay que volver a la vida. Siempre fuertes. Y volver a empezar, pero con la ilusión de esta vez vencer la batalla del día a día.

 DEP Pablo.

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