Tengo cogido al estómago un dolor como una bola de pelo. Lo reconozco, no sé estar enfermo. Nadie, supongo. Pero así como otros se medican, se van de médicos, se siguen, se cuidan... Yo lo reconozco, no sé estar enfermo. Me paraliza el ritmo habitual y no me gusta. A nadie, obvio, le gusta estar enfermo. Pero es que acostumbrado a mi vitalidad desbordante, desbordarme me violenta. Me frena. Me para. No necesito descansar porque vengo muy descansado del fin de semana, igual, pienso, si tanta paz ha acabado por sacudirme yo que ando acostumbrado a los estreses varios que nos trajo la vida.
Me trabajo en una libreta a menudo. Me centro y descentro con curiosidades y pensando qué será de mi futuro, como si alguien tuviera respuesta a eso, a esto.
Quizá el dolor el estómago es la respuesta a mi presente. De mi futuro, ya hablaremos cuando llegue... (optimista que es uno).
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