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Las improvisiones del destino deben de ser aquellos espacios que uno no tiene previstas en su quéhacer vital y que te llegan, desbordando o con calma quieta, en cualquier momento de la vida. Deben de ser. Yo ahora ando tan ocupado que no tengo tiempo de improvisaciones ni imprevistos.
Escribo y apunto: se adentra en su cuadrícula perdida, incomprensible, difícil, ausente, autista. Se encierra en su mundo, con el boli en la mano y el aire por montera, asfixiándose, creo, entre las ausencias y los silencios.
Reescribo: mi memoria se descompone en agendas imposibles donde desaparecen muchos rincones que no se conocen. Y me pierdo. Y me olvido. Y de repente, me reencuentro - me reescribo sobre mis propias líneas - y regreso a mí. Que es una vuelta (de tuerca).
Las vueltas. Suelen venir después de una cosa buena, de algo que nos motiva, vuelta emotiva, regreso, a lo monótono y a lo de siempre. La ida es más dispar. El regreso, es volver a, y es ir hacia detrás, como si no tuviéramos mundo para mirar e ir hacia adelante. La vuelta. El regreso. ¿El principio del fin? Al final: un principio. Unos principios: los míos. Que no son ni mejores ni peores.
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