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Irremediablemente soy esclavo de mi agenda, de mis horas, de mis segundos,... De mis condenadas tardes a no hacer nada, de mi espera, de mi desespero, de mi desesperanza,... Enciendo un incienso más del Tíbet y el alma me devuelve a aquélla paz lejana, aquél destino perdido, aquél adiós de las tierras adentro, perdido hasta de mis propios mapas... La mañana intensa, tan aprovechada como intensa. Soy consciente de la cantidad de labores que emprendo y me siento terriblemente productivo. Planeo en segundos los ocios del futuro y los acoplo a mi vida. El humo del incienso sube y lo envuelve todo. Música árabe suena ahora y me preparo para una lluvia de agua que me dará paz y paso a la cena. He quedado con Laura, Sergio, Carol y David en nuestro japonés. La báscula pierde números. Como en casa, me recuesto en el sofá y sueño. O sueño que como en casa, que me recuesto en el sofá y no duermo... Anoche fui insomnio. Dosificado, tras leer algo más del libro que todo el mundo ha leído. Esta mañana, el reloj. Y, luego: la vida. Sin parar como siempre. Sin cesar, como nunca.... Y si... No. No hay espacio para las hipotesis. Seguimos y avanzamos. Hacia adónde es la única pregunta que no llego a formularme...
1 comentario:
a ver si escribes más, porque menos es imposible, jaja
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